Opinión
«Se le dejó morir»: El beato Papa de la sonrisa
Albino Luciano, Papa Juan Pablo I, es desde ayer, el quinto de la serie de ocho Sumos Pontífices de la Iglesia Católica del pasado siglo, ya elevados a la gloria de los altares. De momento lo es como Beato, y a la espera de que un nuevo milagro le reconozca oficialmente como Santo. De los 266 sucesores de Pedro, su efímero pontificado de 33 días, le sitúa entre uno de los más cortos de la Historia y tal reconocimiento se basa en haber vivido Albino Luciani en grado heroico las virtudes cristianas, tanto cardinales, –prudencia, justicia, fortaleza y templanza– como teologales –fe, esperanza y caridad– a lo largo de su vida, en un exhaustivo proceso como juicio humano, tras el que la Iglesia queda a la espera de un eventual y posterior milagro como signo divino que avale tal reconocimiento. Como decimos, no lo es por tan solo esos 33 días de pontificado que fue tan breve como pródigo de hechos relevantes.
Fue el sucesor del hoy también canonizado San Pablo VI, sucesor a su vez de San Juan XXIII, y quiso como predecesores suyos en la Cátedra de Pedro, adoptar el nombre de Juan Pablo, en homenaje a la memoria de ambos. Le sucedió el inolvidable polaco y cardenal de Cracovia, Karol Wojtyla quien también quiso hacer lo propio con él, eligiendo el nombre de Juan Pablo II como Papa, y evitando así que fuera tan efímera su memoria. Como lo había sido su pontificado.
Recordado como el «Papa de la sonrisa» tras su primera aparición en la Logia vaticana tras ser electo el 26 de agosto de 1978, al igual que Juan XXIII lo fue como «el Papa bueno», quiso hacer de la proximidad a la gente una señal de su programa, y suprimió la silla gestatoria y la ceremonia de coronación, así como acabar con la tradición de que el personal del Vaticano hiciese la genuflexión a su presencia. Su repentina muerte la noche del 28 de septiembre, encontrado sentado en el lecho, dio pie a todo tipo de cábalas acerca de la causa de su fallecimiento. Con las finanzas vaticanas y la presencia de la masonería infiltrada en la Iglesia en el ojo del huracán, y él decidido a actuar, la polémica sigue abierta. Giovanni Vian director emérito de L’Osservatore Romano, ha editado un libro escrito por un equipo multidisciplinar coordinado por él, de título: «El Papa sin corona. Vida y muerte de Juan Pablo I». Él afirma que no fue asesinado, sino que, por negligencia de su entorno, «se le dejó morir». En setenta días, tres Papas se sucedieron en Roma.
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