Pedro Sánchez
Esos melancólicos «pages» del PSOE
El tsunami de la contestación a Sánchez puede acabar inundando sus parcelas de poder tiñendo de azul un mapa nacional en el que hoy todavía predomina el rojo.
Decía Felipe González cuando enfilaba su última etapa en La Moncloa preguntado sobre las expectativas de su partido en inminentes compromisos electorales, que su persona era al mismo tiempo solución y problema teniendo en cuenta que aglutinaba no pocos éxitos en su trayectoria al frente del gobierno, pero también encarnaba lo peor de un período marcado por los Gal, la corrupción y otras secuelas de la «España del pelotazo». Esta misma semana arrancaba –ya sí– el nuevo curso político con todas las miradas –especialmente las del partido socialista– puestas en un otoño y unos próximos meses que girarán inevitablemente en torno al horizonte electoral de las municipales y autonómicas previstas para la primavera, donde se juega nada más y nada menos que el poder territorial en nuestro país y curiosamente, lo hecho y dicho por unos y otros dirigentes del PSOE ha traído a colación aquella disyuntiva de González trasladada a la figura de Pedro Sánchez, un presidente del Gobierno e incontestable líder actual del PSOE que se reunía con sus grupos parlamentarios para animarles a salir a predicar allá donde quieran oírles las bondades de la gestión del actual gobierno, en contraste con el lamento –casi un rictus de melancolía– de dirigentes socialistas que gobiernan en comunidades o ayuntamientos y que ven, con incertidumbre en unos casos y con cierto pánico en otros, cómo el tsunami de la contestación a Sánchez puede acabar inundando sus parcelas de poder tiñendo de azul un mapa nacional en el que hoy todavía predomina el rojo.
Las afirmaciones del presidente castellano manchego García Page casi simultáneas a las arengas de Sánchez a sus parlamentarios no dejaban hueco para la duda: los acuerdos con los actuales socios independentistas, las declaraciones del Rufián de turno y las concesiones para mantener ciertos apoyos, las paga el PSOE, «se las come el PSOE». Realidad tan palmaria como lo visto el pasado fin de semana con la descafeinada Diada en Cataluña gracias muy probablemente a unas políticas de descompresión del gobierno que han consolidado la buena imagen de Sánchez en Cataluña, en contraste con un creciente e innegable rechazo en casi todo el resto del Estado hacia un presidente con serios problemas para salir a la calle sin riesgo de abucheos. Tal vez de ahí los reparos de más de un «García Page» frente al posible rol del jefe del Ejecutivo en sus respectivas campañas electorales. Peligran gobiernos muy relevantes.
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