Opinión

El funeral de una época

Hoy domingo 18 de septiembre estamos en vísperas de culminar la conmemoración del ya histórico evento del fallecimiento de Isabel II, la mujer que durante más de setenta años ejerció con suma dignidad su alta magistratura como Soberana del Reino Unido y, hasta ahora, de otros 15 países de la Commonwealth. Su muerte se produjo hace 10 días, y en esta era de la sociedad de la información, se ha conseguido mantener una cuota de pantalla a nivel mundial no conocida hasta ahora por ningún otro personaje. Su funeral mañana en la Catedral de Westminster ha logrado también captar el interés de los dirigentes del mundo con codazos protocolarios para ser invitados y salir en la foto de la Historia.

Lo cierto es que parece que con Isabel II concluye también una época, la que en realidad terminó hace tiempo aunque no se le expidió el certificado de defunción, que lo obtendrá mañana: la del Imperio británico. Algunas reflexiones de urgencia acerca de lo que estamos viviendo nos llevan hacia mantras que dominan en estos tiempos, y a uno que lo compendia todo en buena parte, que es la cultura conocida como «woke» o de la cancelación. Aunque en realidad, para ser más precisos, habría que denominarla «incultura», pues sobre sus postulados se realizan progresistas «autos de fe», quemando obras y derribando estatuas de personajes que evocan tiempos, valores y principios que no resultan asumibles para sus fanáticos y progresistas talibanes seguidores.

El fasto y la pompa del ceremonial desplegados en honor de S.M. Isabel II, es una enmienda a la totalidad de esa incultura que es de suponer contempla atónita el espectáculo, y sería de desear que aprendiera alguna lección. Nuestros canceladores autóctonos, que tienen en el sanchismo político una nutrida representación, descargan su ira en nuestro Rey emérito, al que pretendían impedir asistir al funeral de su querida pariente Lilibeth.

Tuve la oportunidad de ser testigo presencial inmediato de una escena entre ambos personajes con ocasión de la jornada en Barcelona de la visita de Estado que efectuó la Reina Isabel II a España en 1988. Fue a bordo del yate Britannia fondeado en el puerto de la Ciudad Condal, donde HM dio una recepción de despedida. La confianza y afecto mutuos entre ambos soberanos se puso de manifiesto de tan simpática como evidente manera a la vista de los que tuvimos la providencial oportunidad de contemplar tal singular escena.

Carlos III tiene una nada fácil tarea por delante, que es reinar para una población que, con su madre, ha enterrado una época irrepetible de su Historia.