Política

El día que Pedro les quitó la merienda a Yolanda y a Pablo

Lo fundamental es acogotar a los ricos, menos ricos y a buena parte de clase media porque están convencidos de que eso da votos

Jean Baptiste Colbert (1619-1683) fue ministro de Luis XIV de Francia y también «Contador general de impuestos». Puso en orden las cuentas galas, logró superávit en la balanza de pagos y consiguió suprimir la deuda pública. Dominaba las técnicas fiscales de su época y es muy conocida su explicación de que «el arte de la imposición consiste en desplumar un ganso para obtener el mayor número de plumas posibles con el menos griterío posible». Pedro Sánchez, que como doctor en Economía debería conocer la anécdota, no solo no está de acuerdo con lo que decía Colbert sino que va a aplicar, conscientemente, la política contraria. El inquilino de la Moncloa y su ministra de Hacienda, María Jesús Montero, tienen el objetivo de recaudar lo que sea –eso importa poco–, pero con el mayor griterío posible de los contribuyentes más afectados para que quede claro que el Gobierno los agobia todo lo que está en su mano. Lo fundamental es acogotar a los ricos, menos ricos y a buena parte de clase media porque están convencidos de que eso da votos en un país en el que en pleno siglo XXI la riqueza todavía es sospechosa.

El Gobierno implantará un impuesto a las llamadas «grandes fortunas», que podrá deducirse del de Patrimonio. Es decir, solo se aplicará en Madrid, Andalucía y Galicia, Comunidades, claro, gobernadas por el PP, aunque ahora –sin que nadie lo esperara– la Generalitat tiene encima de la mesa un proyecto para dulcificar en el Principado el Impuesto de Patrimonio, algo que supondrá un nuevo conflicto entre los «indepes» de ERC y los de Junts. Además, la ministra Montero anuncia más impuestos, sobre todo al ahorro, porque ahorrar también es de ricos y debe ser malo, sobre todo obtener algún rendimiento de esos ahorros. Todos los expertos, incluidos los del Gobierno, saben que el fisco apenas recaudará migajas con el tributo a los ricos y al ahorro –con suerte los ingresos públicos aumentarán un 0,1%–, pero eso tampoco importa. Sánchez, siempre hábil para sobrevivir y para cambiar de opinión, ha decidido hacer propia la doctrina de Pablo Iglesias quien, ya en 2012 (La Tuerka), defendía que «a la izquierda le iría mejor si en lugar de prometer paraísos para los pobres de la tierra, prometiera un buen infierno rojo para los ricos». El inquilino de la Moncloa, que también sueña con la clientela, la que sea, de Yolanda Díaz, no ha tenido que inventar nada, solo preparar un infierno fiscal para los ricos y menos ricos. El día que Pedro les quitó la merienda a Yolanda y a Pablo, mientras el ganso de Colbert no deja de gritar. Es el objetivo.