Opinión

El Aviso o iluminación de las conciencias

Gran parte de la humanidad mira hacia Ucrania con creciente preocupación por la evolución de lo que nació hace más de siete meses como una «operación militar especial» de Rusia, sin entender ese eufemismo. Ahora esa operación se ha transformado en una guerra en toda regla, incluso amenazando con el uso del arma nuclear para garantizar la independencia y soberanía de Rusia sobre su territorio nacional, al que se incorporan las zonas de Ucrania controladas militarmente y anexionadas mediante el presunto ejercicio del derecho a la autodeterminación con esos referéndums.

Mientras tanto, otras amenazas nos acechan a nivel planetario y no procedentes de Putin precisamente, sino de un fenómeno cósmico en nuestro sistema solar que lleva tiempo siendo monitorizado por la NASA y la Agencia Espacial Europea ante la eventualidad de que pudiera provocar una hecatombe de dimensiones apocalípticas en la Tierra. Anteanoche una misión de la NASA denominada «DART», pionera en su género, cumplió la primera parte de su objetivo, impactar contra el satélite Didymos del asteroide Dimorphos, para calcular el desvío conseguido en la órbita del primero por la energía cinética desprendida por el impacto de la sonda lanzada sobre él a una velocidad superior a los 23.000 Km/hora. De momento el impacto se ha conseguido y ahora hay que investigar el efecto causado sobre su trayectoria y analizar si su ruta puede desviarse del rumbo de colisión terrestre. La alternativa de ser desviado o destruido mediante su bombardeo por misiles, incluso nucleares, supone el riesgo añadido de crear una lluvia de meteoritos imposible de controlar, que quizás provoque un daño sobrevenido superior al que se pretendía evitar.

Una amenaza similar a la que esta investigación ensaya, pero de dimensión muy superior y no teórica sino real, es la conocida como «Misión Io-Eros», siendo «Io» una luna o satélite del planeta Júpiter, y Eros un asteroide de los miles del anillo existente entre Marte y Júpiter. Eventualmente, una erupción solar provocaría un impacto astral con la luna Io, desprendiéndose un fragmento de la misma que chocaría con el esteroide N-433 Eros, entrando en ruta de colisión con la Tierra. Este suceso sería exteriormente visto de forma simultánea por toda la humanidad, e interiormente experimentado por cada persona al ver el estado de su alma. En la Sagrada Escritura y en revelaciones privadas se alude a este suceso de diversas maneras –Aviso, iluminación de las conciencias…– y se interpreta como un acto de la misericordia divina para mover al mundo hacia la conversión y evitar así el impacto apocalíptico con la Tierra.