Opinión

A cinco años de la DUI de 8 segundos

Sabemos que 2017 fue un año ya señalado en nuestra reciente Historia patria como un tiempo no precisamente afortunado, con Cataluña en el foco como protagonista de nuestras desdichas. Algunos ideólogos cupaires y compañeros mártires del procés, junto a dirigentes con conocidas conexiones con el Kremlin, debieron pensar que el centenario del «Octubre Rojo» –aquel octubre de 1917 en el que triunfó la Revolución Bolchevique–, bien merecía una réplica en España con epicentro catalán, y vaya si lo montaron. No fue una revolución, sino más bien –o más mal, según se mire– una fugaz DUI, una declaración unilateral de independencia de ocho segundos, que ya se encuentra en el Guinness de tales procesos.

Sin embargo, para que el dolor del año fuera completo, no faltaron los talibanes terroristas del Daesh que quisieron que su estado islámico no estuviera ausente de la que se estaba preparando para octubre, y tras largos años carentes de atentados en nuestras fronteras, lo provocaron el 17 de agosto en las Ramblas barcelonesas y en Cambrils, tras fracasar providencialmente su proyecto originario. Unos días después, el 26 de agosto, una manifestación de repudio a esa acción en Barcelona contó con la presencia del Rey y del presidente del Gobierno, que para los agitadores procesistas movilizados por la ANC pareciera que fueran los autores de lo sucedido, calentando los ánimos.

El 6 y 7 de septiembre se vivieron en el Parlament sendas jornadas que no serán recordadas, precisamente, para honra de la institución representativa de los ciudadanos de Cataluña, como hubiera deseado Tarradellas, y así, al comienzo de octubre, tuvo lugar el desdichado acontecimiento conocido como el 1-O. El líder de la revolución de la «republiqueta» no emuló al Rafael de Casanova del 11 de septiembre, y huyó de forma poco épica escondido en el maletero de un coche, abandonando a su Gobierno, dejándolo «compuesto y sin president».

Han pasado ya cinco años de esos acontecimientos, y la tragedia se ha convertido en una suerte de psicodrama de adolescentes con ribetes tragicómicos. Cataluña se encuentra «cogobernada» por un partido debatiendo si sigue en el Govern de la Generalitat mientras tiene a su líder huido de la Justicia en Waterloo; a su presidenta del Parlament cesada por sus socios, y a su secretario general indultado e inhabilitado para cargo público. Todo un ejemplo de buen gobierno para los catalanes, sin duda. El «pruses» no necesita una docuserie como Sánchez, se la hace a sí mismo; pero cinco años ya son demasiado.