Ahorro de energía

Sed buenos

Los famosos productos de proximidad que tan cuquis nos resultan contaminan proporcionalmente cada uno mucho más que un feo y oxidado contenedor traído de Hong Kong.

Nunca me he dedicado mucho a pensar en contra de nada. Incluso aquellas iniciativas que me parecen erróneas opino que acabarán cayendo por sí mismas y la inevitable aflicción que mientras tanto provocan poco podremos evitarla dándole vueltas maniáticamente en nuestras cabezas al asunto.

Prefiero siempre limitarme a señalar las trituradoras contradicciones de las políticas humanas cuando se dan. Por ejemplo, entiendo perfectamente la ira de los miles de pequeños comerciantes a quienes se amenaza con multas suculentas si no instalan de su propio bolsillo una puerta de cierre automático en su negocio mientras acudimos tranquilamente y sin rechistar al mundial de Qatar que se desarrollará en estadios climatizados a cielo abierto.

¿Cómo pretendemos que con esas iniciativas se tome en serio el ahorro y el ecologismo institucional? La desproporción entre una huella de carbono y la otra es tan brutal que parece como si se quisiera descargar precisamente todo el fantasma de la culpa y la mala conciencia que provoca una cosa en los más débiles e indefensos de la otra. La bondad bajo amenaza de multa no tiene valor. Esas arbitrariedades alientan desconfianza en lo administrativo y, lo que es peor, desacreditan de rebote frente a las gentes un tema tan importante como el ecologismo. Es en ese momento cuando uno, desconfiado, se pone a hacer números y descubre que, contando gastos de combustible, capacidad de carga, tiempo de trayecto y número de mercancía trasladada en un mismo viaje, los famosos productos de proximidad que tan cuquis nos resultan contaminan proporcionalmente cada uno mucho más que un feo y oxidado contenedor traído de Hong Kong.

Y entonces por mucho que a mí me gusten también los productos de proximidad (son tan monos) no me queda más remedio que hacer el papel del hurgón impertinente y traer las malas noticias. ¿En serio me quieren hacer creer que no había otra manera de ahorrar energía que emprenderla con las puertas de las tiendas?