Vicente Vallés

El difícil reto de Feijóo

Feijóo, asesorado por sus más conspicuos coroneles, ha decidido no pactar, lo que nos sitúa en medio de una profunda borrasca política que amenaza con vientos huracanados

Cuando se habla sobre los sacrificios personales y las muchas responsabilidades que se asumen en la actividad política es lógico aceptar que todo ello es cierto. Y, sin embargo, eso no debe hacernos extender un manto de conmiseración hacia quienes se dedican a la vida pública, porque nadie se mete en política si no es por una decisión personal derivada de un deseo irrefrenable. Y, por supuesto, nadie alcanza La Moncloa si no es por un apetito indomable de poder, revestido de un manto más «vendible» de voluntad de servicio y amor hacia tu país. Dicho en otras palabras, no se conoce el caso de que ninguno de nuestros presidentes del Gobierno haya sido conducido al Palacio de La Moncloa por la fuerza pública en contra de su voluntad.

Siendo así, quien aspira a disfrutar de las mieles del poder ha de aceptar las inconveniencias que tal aspiración pueda provocar. Y una de ellas es la tomar decisiones difíciles sin conocer previamente el resultado que tendrán. Por ejemplo, a Pedro Sánchez le salió bien su temeraria moción de censura contra Rajoy en 2018. De haberle salido mal, quizá Sánchez habría desaparecido del mapa político para siempre. Pero triunfó, y ya lleva cinco años en el cargo.

Cuando cayó Rajoy, el PP miró hacia Feijóo, pero el líder gallego optó por quedarse en su tierra. No así hace unos meses, cuando la precipitada salida de Pablo Casado volvió a situar las miradas en Feijóo, que esta vez sí asumió el mando. Y eso supone, a su vez, seguir adoptando decisiones difíciles, como la de pactar o no pactar con Sánchez, sin saber qué consecuencias políticas puede tener el pacto y el no pacto.

Feijóo, asesorado por sus más conspicuos coroneles, ha decidido no pactar, lo que nos sitúa en medio de una profunda borrasca política que amenaza con vientos huracanados, y augura una batalla electoral en la que ningún bando hará prisioneros. Y ese es el reto inmediato para el líder del PP: gestionar un hábitat político cargado de electricidad. Puede ser solo un calambre que le impulse hacia arriba, o la silla eléctrica.