Opinión

Aniversario de nuestra gran Reina Isabel I

Los recientes fastos con ocasión del duelo y funeral por la reina británica Isabel II dan motivos sobrados para no olvidar a nuestra gran reina Isabel I, que tal día como hoy, 26 de noviembre del año 1504, fallecía a los 54 años de edad en el Palacio de la Plaza Real de Medina del Campo. Superados los problemas dinásticos con su sobrina Juana (la «Beltraneja»), y ya reconocida como Reina de Castilla, casará con Fernando, heredero de la Corona de Aragón y juntos ambos, –entonces ya Rey– pasarán a la Historia como los Reyes Católicos por bula de 1496 del papa Alejandro VI.

El lema de su escudo heráldico «Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando» («tan elevada la una como el otro») podría ser un ejemplo para el auténtico feminismo que legítimamente reclama una efectiva igualdad en derechos, obligaciones y dignidad entre la mujer y el varón, pero afirmado con casi cinco siglos de antelación. Sabido es que los Reyes Católicos consumaron el 2 de enero de 1492 la Reconquista, tras más de siete siglos de lucha, intermitente pero constante, contra el invasor musulmán, con la simbólica entrega de las llaves de Granada por Boabdil. Llamativas las coincidencias de fechas entre tan señalados acontecimientos de aquel tiempo, que reflejan la discreta pero evidente actuación de la mano del «Señor de la Historia» guiándolos.

En efecto, esa fecha del 2 de enero coincide con la misma del año 40 en que según acreditada tradición, la Virgen del Pilar en carne mortal se trasladó a Zaragoza desde su casa en Éfeso/Jerusalén –donde vivía cuidada por el apóstol san Juan–, para confirmar en la misión evangelizadora de la entonces Hispania Romana, a su hermano, el también apóstol Santiago. Así que tras siglos de lucha, escasamente diez meses después de concluida ésta, comenzaba la epopeya del Descubrimiento de un Nuevo Mundo, precisamente el 12 de octubre, fiesta del Pilar. Esas no serán «meras» coincidencias sino que –siguiendo a San Juan Pablo II– «se integran en los designios de la Providencia», que tenía pensada para España la misión evangelizadora de ese nuevo mundo.

La Reina Isabel deja histórica prueba escrita de esa misión, reconocida entre otros por el insigne historiador Luis Suárez: «...de las páginas de su testamento emerge poderosa su fe católica…el pensamiento de América atraviesa y firma el codicilo, el documento más noble y más alto que ningún político puede concebir, encargando que a los indios de las nuevas tierras se les trate con justicia y amor, para hacerles cristianos y hombres». Esperando su ansiada y merecida beatificación.