Política
La izquierda los prefiere «okupas»
Detrás de la escasez de viviendas siempre se halla el pringoso rastro del progresismo patrio
Entre 1950 y 1980, la Comunidad de Madrid pasó de tener algo menos de dos millones de habitantes a casi cinco millones. Fue uno de los proceso migratorios interiores más intenso de la historia y a los que ya tenemos una edad no hace falta que nos cuenten los problemas de vivienda e infraestructuras a los que hubo que hacer frente. Mal que bien, la gente fue teniendo techo y los pequeños pueblos del área metropolitana devinieron en ciudades. Pero, claro, entonces no existía Más Madrid. Viene a cuento, porque en noviembre de este año los jueces han tumbado la pretensión del partido de Rita Maestre de paralizar el desarrollo urbanístico de Valdecarros, en el sureste de la capital, en el que hay previsto construir 51.000 viviendas, la mitad con alguna figura de protección oficial, en unos momentos en los que para los más jóvenes es una odisea encontrar un piso. Al parecer, a los chicos de la disidencia podemita no les gusta porque es un «modelo de ciudad especulativo que no tiene en cuenta a las personas». Esto, mientras tu futuro casero te explica las partes negras del contrato, puede producir alguna duda intelectual en el aspirante a inquilino, pronto resuelta, porque la fila de candidatos da la vuelta a la esquina. Hay que pensar que Madrid, la ciudad que según un señero preboste socialista, Eduardo Mangada, no iba a crecer porque el capitalismo daba sus últimas boqueadas y, en consecuencia, diseñó una M-40 con dos carriles, tuvo una segunda oleada migratoria, esta de origen foráneo, entre 1996 y 2005, que supuso incorporar otro millón de habitantes. Y no les quepa duda, detrás de la escasez de vivienda que padece la capital de España siempre acaba uno por hallar el pringoso rastro de la izquierda. Los terrenos de la cárcel de Carabanchel, derruida en 2008, en los que se iban a construir 600 viviendas, son un solar 14 años después, y es que los de Carmena querían levantar un memorial a la represión franquista. Por no hablar de la «Operación Campamento», con sus 12.000 viviendas, cuyos primeros estudios datan de 1989, es decir, de hace 33 años, o del «Proyecto Chamartín», ahora, «Madrid Norte», que se ha quedado en 10.000 viviendas, y que ha tardado 29 años en aprobarse, pese a un último intento in extremis carmenista de paralizarlo. A Manuela Carmena le encantaba tumbar proyectos urbanísticos, más si eran viviendas para «ricos». No hay más que preguntarle a los promotores de la cooperativa de las antiguas cocheras del Metro en Cuatro Caminos o los que pretendían edificar en el antiguo solar del Taller de Artillería, en Raimundo Fernández Villaverde, esta vez, con la inestimable contribución de la inefable Ecologistas en Acción. Existe otro problema sobre el que podríamos extendernos y que afecta a la derecha, que es esa manía de limitar los edificios en altura para seleccionar, precio del suelo mediante, la clase social que se quiere de vecinos. Ese modelo de urbanización cerrada, con sus coquetos jardines interiores y sus amplias avenidas vacías de la vida que da el comercio. No es que uno demande rascacielos de apartamentos como los que flanquean Central Park en Nueva York, pero entre el Barrio del Pilar y La Moraleja existen muchos puntos medios. En fin, que la gente necesita casas, que, además, así lo dice la Constitución, le asiste el derecho a la vivienda y que parece una burla siniestra tardar 33 años en un proyecto urbano, como Campamento, que era, además, de cajón. Luego dicen que hay okupas.
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