Política

Apatía política y cenas de Navidad

En las charlas cotidianas, a través de las redes, camuflados en memes o en cadenas de wasaps, los mensajes políticos se han ido infiltrando con ímpetu en casi todas las esferas de la vida

Recordaba Janan Ganesh hace unas semanas en el «Financial Times» que se puede leer a Jane Austen sin saber que Napoleón estaba atravesando Europa. O que es posible ver «Friends» sin determinar el partido que gobernaba Estados Unidos. Y recurría el periodista británico a estas referencias para armar su oda a la apatía política, un fenómeno propio de tiempos pasados en el que los temas de conversación se centraban en cuestiones ajenas a los afanes partidistas. En efecto, los países de nuestro entorno se han caracterizado en los últimos años por un exceso de implicación ciudadana en los asuntos de la gestión. Como una omnipresencia activista. En las charlas cotidianas, a través de las redes, camuflados en memes o en cadenas de wasaps, los mensajes políticos se han ido infiltrando con ímpetu en casi todas las esferas de la vida.

Y, haciendo valer esa máxima del todo y la nada, o sea, que si todo es política, al final, nada lo será verdaderamente, un análisis sobre la evolución de las democracias occidentales no deja conclusiones demasiado positivas sobre ese derroche de participación. La desestabilización y la crispación se han adueñado de sistemas antes equilibrados, muchos de ellos, además, enloquecidos por debates generales que no se han materializado en mejoras tangibles, y con unas opiniones públicas caprichosas, como balanceadas a impulsos de «clickbait», que desembocan, además, en la paradoja de que lo inesperado se convierte en algo cada vez más previsible. Un aparente compromiso con lo común que, sin embargo, eleva a la categoría de error contemporáneo la reducción de la política a tema de ascensor, banalizándola y derivándola a ámbitos escasamente reflexivos, a espacios poco adecuados y racionales.

Ahora, tras dos años en barbecho pandémico y con las cenas de Navidad en eclosión, nos situamos ante el momento idóneo para comprobar si seguimos instalados en el punto de intensidad de los debates ideológicos de aquel enero de 2020, aún con la resaca del 10-N y en plena formación del primer gobierno de coalición de nuestra historia, o si bien ya hemos iniciado otra fase, más próxima a esas etapas pretéritas que anhelaba Ganesh. La incógnita a despejar es, por tanto, determinar si nos acercamos a un periodo más reflexivo, como de apatía política, con diálogos más domésticos o si, por el contrario, seguimos imbuidos de un activismo demasiado eufórico en nuestras charlas. En realidad, pueden comprobarlo ustedes mismos, que aún quedan algunos encuentros navideños.