Ciudadanos

El centro es más que un lugar

Se trata, sobre todo, de una forma de hacer política más pragmática, alejada de radicalismos

A lo largo del pasado verano una nueva expresión se fue haciendo hueco en las crónicas políticas estadounidenses. A pocos meses de las elecciones legislativas, la preocupación crecía en el partido demócrata y el concepto «peak-progressive» (techo progresista) empezaba a instalarse como el problema que les frenaba, una especie de señal del daño por haber concentrado su acción durante años en intereses particulares: focalizando en exceso sobre cuestiones de diversidad, de minorías, de correcciones políticas (tan necesarias si no se vuelven excluyentes) los demócratas habían dejado de atender al grueso de una población que buscaba referentes a los que encomendar sus problemas. Intentado esquivar desigualdades se habían arrinconado en un extremo, escorados, dejando margen a competidores que juegan más cómodos en la polarización (Trump, sin ir más lejos).

Las «mid-term» se celebraron a principios de noviembre y los demócratas lograron frenar la embestida republicana que tanto temían. La estrategia de expandirse hacia el centro les funcionó. En realidad, solo tenían que haber escuchado a sociólogos, politólogos y expertos españoles que explican desde hace años cómo los comicios se ganan en el centro. Ahí se ubica un amplio espectro de la sociedad, el más alejado de doctrinas férreas. Y desde ahí, de hecho, se pilotó la Transición, nuestro momento político más airoso y exportable. No solo porque el partido mayoritario entonces se adscribiera a esta corriente, sino porque el aristotélico término medio, su verdadera esencia, se instaló como dogma colectivo y permitió aquella confluencia tan fructífera. Condenado a ser colonizado por un lado y por otro, ese espacio central fue cambiando de siglas: UCD dio pasó al CDS que precedió a UPyD que después cedió el testigo a Ciudadanos.

Y, como haciendo homenaje a esa frase de Víctor Hugo que luce en la sede de los naranjas en Madrid, «No hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo», tuvieron en su mano formar aquel gobierno de 180 escaños con el PSOE que nunca fue. Luego, la deriva ya conocida, que ahora estalla y cristaliza en unas primarias agónicas. Pero más allá del resultado de pulsos internos o de metamorfosis de nombres y logos, los movimientos de las últimas décadas reflejan que el centro es mucho más que un partido y que un lugar concreto en los gráficos demoscópicos: se trata, sobre todo, de una forma de hacer política más pragmática, alejada de radicalismos. Y también exitosa. Que se lo pregunten a los demócratas en Estados Unidos. No está mal recordarlo ahora que ya estamos inmersos en año electoral.