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Lo malo en «The White Lotus»

La maldad de la riqueza, tema apreciado por los antiliberales de todos los partidos, es evidente en unos personajes frívolos y caprichosos, superficiales hasta la parodia, y neuróticos hasta el patetismo

Por sugerencia de Lalo Azcona he visto esta inteligente serie de Mike White en HBO. Trata sobre los huéspedes y empleados de una cadena de hoteles de lujo, y tiene lugar en Hawaii, y durante la segunda temporada en Sicilia.

La maldad de la riqueza, tema apreciado por los antiliberales de todos los partidos, es evidente en unos personajes frívolos y caprichosos, superficiales hasta la parodia, y neuróticos hasta el patetismo.

Pero el pensamiento único progresista no tiene en White un alma gemela, porque en esta graciosa sátira que deviene en tragedia vuelan dardos contra el progresismo. Señaló Kyle Smith en National Review: «Casi todos los que vemos parecen ser el tipo de individuos que beben champán entre los donantes del Partido Demócrata, con lo que la serie podría ser también descrita como un retrato de la hipocresía de los ricos progres. Son gente que puede reivindicar que vota en favor de los intereses de la clase trabajadora, pero aplastan a los trabajadores de carne y hueso con los que cotidianamente se relacionan». Esto es patente en la primera temporada con el trato a la empleada de los masajes, al gerente del hotel, y sobre todo al camarero nativo, involucrado en una arriesgada aventura con la excusa pueril del anti-imperialismo.

La contradicción se observa también en la segunda temporada, más floja, centrada en el sexo, la incomunicación y la infidelidad, que afecta y destruye tanto a los huéspedes como a los trabajadores. Otra vez, no sería atinado a mi juicio extraer un mensaje anticapitalista. Por un lado, igual que en la primera temporada, la debilidad no se concentra en los ricos que holgazanean, sino que se extiende a los trabajadores, como es claro en los casos del pianista y la gerente del hotel, crueles con sus compañeros más jóvenes y modestos.

En contraste con el habitual desdén progresista hacia las normas y la moral, en esta temporada los personajes del hotel se cruzan permanentemente con jarrones de la «Testa di moro», típica de Sicilia, que evoca una historia medieval de infidelidad de un moro que seduce a una bella siciliana, ocultándole que tenía mujer e hijos. La joven finalmente lo mata, lo decapita, y pone su cabeza cual macetero de adorno en un balcón. El moro contempla en silencio a las personas que pasan, incapaces de aprender la lección.