Política

Pornophilosophy

Pretender acusar a Ovejero o Savater de llevar pieles de bisonte y cornamentas para asaltar instituciones públicas es ofrecernos porno barato

En los últimos años el insulto que se arrojaban unos a otros, fueran de izquierdas o derechas, era «fascista». Parece ser que entramos en una nueva pantalla y, a partir de ahora, el nuevo comodín vacío del pensamiento proselitista va a ser el adjetivo «trumpista». Al igual que pasaba hace poco con «fascista», la acusación de «trumpista» se va a lanzar para intentar connotar, satanizar o insultar a todo aquel que no piense como uno desea. Esta semana me sorprendí comprobando como llamaban «trumpista» a personas como Fernando Savater o Félix Ovejero solo por manifestar sus ideas que, como siempre, eran perfectamente democráticas, educadas y estaban tan sólidamente argumentadas como suele ser habitual en ellos.

Lo que resultaba más extravagante de esa acusación es que se pretendiera sostener o argumentar precariamente desde un registro de pensamiento ensayístico, supuestamente lógico. Esa situación me recuerda cuando hace unos años a una amiga mía, gran mujer y emprendedora productora cinematografía, le dio por pensar que no estaba suficientemente explorado el porno para un público femenino, cuyo proceso de excitación difiere mucho del de los varones. Quiso argumentar esa idea desde el raciocinio proponiendo lo que llamaba post-porno. Siempre le dije que no funcionaría porque sus productos querían analizar la excitación y la excitación en el porno no se analiza, se siente. Si se analiza, ya no funciona. Esa es la clave del porno.

Si la práctica del pensamiento, la argumentación lógica y el ensayo va a tener como único objetivo la excitación de las masas votantes, de los prosélitos de uno u otro signo o el halago al jefe que te paga, estaremos ante lo que Alan Sokal llamaba «pornofilosofía» y que tan brillantemente ridiculizó en su mítico artículo «Transgressing the boundaries».

Pretender acusar a Ovejero o Savater de llevar pieles de bisonte y cornamentas para asaltar instituciones públicas es ofrecernos porno barato. Y, personalmente, si alguien me ofrece porno, lo prefiero sin pedantería ni pretensiones.