Política

Políticos responsables, no culpables

El problema estriba en que si los poderosos no son perseguidos por el derecho penal, porque no son culpables sino solo responsables, entonces resulta que esa responsabilidad también nos atañe al resto de los ciudadanos

Criticar a los políticos es un antiguo y saludable ejercicio, pero el rechazo creciente de la ciudadanía a sus autoridades puede llevar a que la gente se sienta satisfecha contemplando a políticos sometidos a juicios y condenados como culpables conforme al derecho penal. Todo ello puede generar consecuencias no deseadas ni deseables.

De entrada, es obviamente difícil probar la culpabilidad de los gobernantes, que siempre pueden alegar que cualquier resultado nefasto o letal de sus medidas no es realmente culpa suya, bien porque no tenían mala intención, bien porque solo se limitaron a seguir los consejos de los expertos. Pero incluso si son abiertamente ladrones o violadores de la Constitución, y son condenados por ello, la propia dinámica política puede conducir a que sus penas sean rebajadas o sus sentencias anuladas, como acabamos de ver en España. Es difícil que todo esto redunde en una confianza renovada del pueblo en sus dirigentes.

El médico y ensayista británico, Theodore Dalrymple, abordó el problema en «Law & Liberty», concluyendo que rodear a los políticos con el derecho penal provocará que su calidad personal empeore aún más: «La vida política ya es de por sí poco atractiva. Si le añadimos que las autoridades habrán de afrontar procesos penales por su deficiente gestión una vez que consiguen el poder, entonces solo las personas más psicópatas, narcisistas o despiadadas se dedicarán a la política». Es, por tanto, más adecuado castigar a los poderosos en las urnas y los medios de comunicación. Lógicamente, Dalymple reconoce que hay estrategias de Gobierno que son clamorosamente criminales: «una política como el genocidio es evidentemente un crimen, además de ser una política, pero este es un caso muy extremo, al cual la mayoría de los políticos, por reprobables que nos parezcan, no se acercan ni de lejos».

El problema estriba en que si los poderosos no son perseguidos por el derecho penal, porque no son culpables sino solo responsables, entonces resulta que esa responsabilidad también nos atañe al resto de los ciudadanos. La recordada, cínica y famosa frase de Jean-Claude Juncker fue: «Todos sabemos lo que hay que hacer. Lo que no sabemos es cómo ganar después las elecciones». Esto quiere decir que no podemos dejar de culpar a los políticos sin asumir nuestra responsabilidad porque están donde están y hacen lo que hacen.