Pactos

Inteligencia (artificial) para lograr un pacto

Apenas en siete ocasiones desde que nació nuestra democracia se ha alcanzado un consenso capaz de unir a ideologías diferentes en torno a postulados mínimos sobre materias cruciales

Les voy a reconocer que tuve la tentación de recurrir a ChatGPT, el nuevo sistema de inteligencia artificial capaz de construir relatos, elaborar guiones, resumir largos ensayos y hasta escribir columnas de opinión a partir de las palabras que se le indiquen. Aunque me generaba una profunda curiosidad saber qué argumentos emplearía para defender sus tesis y a qué conclusiones llegaría un programa diseñado para emular (o suplantar o superar) la capacidad humana de reflexión, al final opté por mantenerme fiel al método habitual. Planteamiento, nudo y desenlace a partir de la reflexión propia. Es decir, el ejercicio convencional del artículo periodístico que comienza con la elección de tema y que hoy, observando la actualidad que nos rodea, resultaba evidente: la ausencia de espacio para cualquier acuerdo amplio o de calado.

Más allá de la dificultad cotidiana para poner de acuerdo a fuerzas políticas distintas o del juego partidista que obliga a aferrarse a las posiciones propias para desmarcarlas de las del oponente, dos de los asuntos que más espacio han ocupado en los últimos días en los medios de comunicación representan una señal de alarma que implica un paso más en la divergencia acostumbrada. Casi un salto cualitativo. Ni la violencia de género, con su derivada de la ley del «solo sí es sí», ni el terrorismo, tras el atentado de Algeciras, han logrado concitar ninguna voluntad política. Cierto es que pasado el impulso colectivo de los Pactos de La Moncloa, España no se ha caracterizado por ser un país capaz de sellar concordias. El pequeño brote colectivo de armonía que amagó en lo más duro de la pandemia que, en realidad, nunca cristalizó y se quedó en ensoñación, dejó paso al estado natural de la negociación de largo alcance en nuestra política: el inexistente.

Apenas en siete ocasiones desde que nació nuestra democracia se ha alcanzado un consenso capaz de unir a ideologías diferentes en torno a postulados mínimos sobre materias cruciales: además del impulsado por la crisis económica del 77, se firmaron el pacto constitucional del 78, el del desarrollo autonómico, tres contra ETA, el de Toledo, otro por la Justicia y el último en 2017 contra la violencia machista. Pese a que nunca se ha conseguido en áreas tan vertebradoras como la sanidad o la educación, las agresiones a mujeres y el terrorismo sí habían logrado superar la tensión irreconciliable. Ahora ni eso. Y el escenario de apoplejía pactista arraiga de modo tan sistémico que, ahora que lo vuelvo a pensar, voy a lanzarme a probar con la inteligencia artificial: quizá llegue a otra conclusión menos descorazonadora y hasta nos ofrezca alguna alternativa para salir de esta parálisis colectiva.