El buen salvaje

Ábalos: memorias de un amante sarnoso

Un guionista de éxito no habría superado que el chalet donde se alojó durante la pandemia, mientras el resto de españoles no podíamos salir de casa, estaba en la misma parcela de un club de alterne deluxe, el Milady Palace

El exministro supera en cada nueva revelación el puesto que mantenía en el pódium del humor erótico. Empezó como un Mariano Ozores con cuarenta años de retraso, lo que demuestra la modernidad de Ozores, a quien la intelectualidad pacata ha negado los laureles, como a El Fary y a tantos otros genios tipo Emilio el Moro. Sin embargo, al morito Juan (Goytisolo) se le sigue reverenciando a pesar de todo. Pero esa es otra historia. Ábalos, de Ozores pasó a ser Torrente, que era Ozores puesto al día por Santiago Segura, la parodia de lo que ya nació siendo paródico. Una obra maestra. Es tanta la literatura que nos va dejando Ábalos que ya estamos a la par que Woody Allen («El sexo sin amor es una experiencia vacía. Pero como experiencia vacía es una de las mejores»). O que Groucho Marx y sus «Memorias de un amante sarnoso», donde el sexo es «esa gloriosa experiencia que la madre naturaleza improvisó con el fin de mantenernos en pie y, de vez en cuando, acostados».

Háganme caso, los titulares no expresan hasta qué punto el que fuera jefe supremo del PSOE de Sánchez tiene en sus andanzas material para unir la novela picaresca, el cine de destape y hasta a Tarantino, creando su propio género, el abalosiano, en el que es posible querer a dos mujeres a la vez (por lo menos) y no estar loco, como cantaba Bambino. Ábalos ha superado el tono bufo de la charlotada torera de lejana inspiración familiar para sacar sus propios cuernos a pasear por los folios de investigaciones de policías a los que imagino aguantando la risa indignada.

Leo en este periódico que en 2020 mantenía a la vez relación con Jesica Rodríguez, la enchufada que no iba a trabajar y moraba en un piso de lujo, y Claudia Montes, Miss Asturias. Todo mientras dirigía los mandos de España. De todas sus andanzas, como las del Buscón, me quedo con las de Marbella. Un guionista de éxito no habría superado que el chalet donde se alojó durante la pandemia, mientras el resto de españoles no podíamos salir de casa, estaba en la misma parcela de un club de alterne deluxe, el Milady Palace. En aquellos días, los prostíbulos estaban cerrados, pero es que las chicas vivían en el Milady. Qué mejor sitio y qué nombre más esplendoroso, tipo los locales donde convocaba a sus fiestas el gran Gatsby. Una pena que Jesús Gil no anduviera ya por la Costa del Sol para hacer compañía a un hombre como él, de los de antes, que se enorgullecen de su barriga y del dinero que robaban a los ciudadanos. Para llorar (de risa).