
Mirando la calle
Acostumbrarse al mal
«Recién abiertas las mazmorras de Bashar Al Ashad, con sus atrocidades al descubierto cuesta pensar que tal alimaña pudiera contar con partidarios»
Los seres humanos estamos tan acostumbrados a mantener el corazón congelado ante las crueldades de nuestros congéneres, que deberíamos andar con cuidado para no dejar de sentir el dolor ajeno por completo y acabar convertidos en monstruos. Shakespeare lo advertía en su obra Ricardo III, pero la piel de rinoceronte y su brutalidad conformista, también aparecen en el relato de Ionesco, como sátira del comportamiento francés ante la dominación alemana. Ionesco, y presumo que también Shakespeare, no pretendían tanto criticar los horrores del nazismo y de la villanía del rey como subrayar la capacidad de sucumbir fácilmente al pensamiento de los malvados. Recién abiertas las mazmorras de Bashar Al Ashad, con sus atrocidades al descubierto (máquinas de tortura medieval, cadalsos, sogas ensangrentadas, salas de cadáveres despedazados, hombres y mujeres rapados y en los huesos, cuencos de comida y excrementos repartidos por las celdas mínimas donde apenas cabía una persona y convivían cuatro, bebes nacidos en cautiverio, hijos de las violaciones, celdas en sótanos debajo de otros sótanos, sin luz y casi sin aire…) cuesta pensar que tal alimaña pudiera contar con partidarios. Y es cierto que apenas los tenía y que fue el apoyo de Irán y Rusia lo que consiguió mantener el régimen de terror de la dinastía Assad, iniciada por su padre, durante 53 años. De nada sirvió que él completara sus estudios en el democrático Londres y se casara con una ciudadana británica; al regresar a su país, su sangre de sátrapa asimiló rápidamente los métodos de su progenitor, que asumió para perpetuar la tragedia del país. La mayoría de los sirios, atenazada por el miedo, simplemente se acostumbró a vivir así; pero algunos decidieron luchar e iniciaron una guerra que, desde 2011, se ha cobrado más de 300.000 víctimas y ha enviado casi seis millones de refugiados fuera del país. Ahora que el tirano ha huido, parece difícil creer que Abu Mohammed al Jawlani, el nuevo líder de los rebeldes, terrorista de Al Qaeda y con degollamientos en su historial juvenil, pueda favorecer un régimen inocente; pero recién nombrado primer ministro interino, el ingeniero Mohamed al-Bashir, los sirios intentan recuperar la esperanza. Nada puede ser peor que lo vivido. Eso quieren creer. Y esperan no tener que acostumbrarse.
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