Al portador
El agujero de las pensiones y el arte
«La Seguridad Social gastó –casi todo en pensiones– hasta agosto 35.852 millones más de lo que ingresó por cotizaciones»
Mary Shelley (1797-1851), la creadora de Frankenstein, también hablaba del «noble arte de la contabilidad». Muchos años después, en el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, que dirige la navarra Elma Saiz, lo practican con virtuosismo. Sólo así es posible convertir un déficit de la Seguridad Social (SS) de 33.952 millones hasta finales de agosto de este año en un «saldo positivo» de 6.059 millones de euros, según reza de forma textual la nota de prensa publicada el martes por el citado departamento ministerial. Todo un equilibrio contable, sustentado en lo que dispone un Real Decreto del 19 de febrero de este mismo año, que pasó inadvertido. Todo se aclara si se coteja el «Resumen de Ejecución del Presupuesto» de la SS hasta agosto, que también acaba de publicar el Ministerio. Allí figura que los ingresos por cotizaciones en los ocho primeros meses del año alcanzaron los 117.248 millones de euros, mientras que los gastos –en la práctica casi todo pensiones– sumaron 153.100 millones. La diferencia negativa, el agujero, pues, llega a los 35.852 millones que, una vez computados otros ingresos menores, se queda en los citados 33.952 millones de euros, que serán bastantes más a finales de año.
La explicación de que el Ministerio, en un ejercicio repetido de contabilidad creativa, avalada por el Gobierno ex profeso, reporte un saldo positivo de las cuentas de la SS cuando en realidad hay déficit es «tan sencilla que repugna a la inteligencia», como hubiera dicho John Kenneth Galbraith (1908-2006). Todo se reduce a contabilizar como ingresos los 40.011 millones de euros que el Estado ha aportado a la SS entre enero y agosto en concepto de «transferencias corrientes», que no son otra cosa que entregas de dinero sin contraprestación y a fondo perdido. Es legal, por supuesto, y algunos países también lo contabilizan así. Sin embargo, no deja de ser una forma de autoengaño o de ocultación de la realidad. Si la SS gasta –casi todo en pensiones– más de lo que ingresa y el Estado debe cubrir los números rojos con aportaciones periódicas cada vez más altas, eso se llama déficit, aunque para camuflarlo se recurra al «noble arte de la contabilidad», ya conocido en tiempos de Mary Shelley.