Aquí estamos de paso

Algo ha cambiado

Se levanta un muro. Y, para sostenerlo, como dijo el Presidente, se construye un gobierno de perfil político

Le pone Sánchez al sanchismo cara de muro de ladrillo visto y cohesión de combate. El cemento está armado para la batalla en una legislatura en la que los aliados son los que hace un par de suspiros estaban al otro lado de la línea roja, y los adversarios quienes comulgan de la misma Constitución y antes del sanchismo llegaron hasta a ponerse de acuerdo. Dicen que a veces se lo recuerda a sus amigos el último líder sensato que tuvo el Partido Socialista, Javier Fernández.

Sánchez vendió en la presentación de su nuevo equipo, en otra de esas inaceptables comparecencias sin preguntas que terminamos tragando, que este era un gobierno político. Más político que el anterior. No tengo muy claro qué quiere eso decir, pero según establece el buen entender de los compañeros analistas la cosa va de identificar política con orden partidario y acción política con no dar ni agua al oponente. O sea, hacer gobierno contra los contrarios y oposición a la oposición. Yo que creía que la política era la ciencia que perseguía el bien común. Va a ser que o estoy equivocado o la política, como las ideas, se puede ajustar a la realidad según el interés de quien la maneja. Y lo político es la bronca, el desasosiego, la habilidad para la batalla. Lo contrario, vamos, del enunciado clásico del bien común, de la mejora de todos los gobernados.

Pero no. Aquí, como dijo el Presidente, se levanta un muro. Y, para sostenerlo, como dijo el Presidente, se construye un gobierno de perfil político.

No lo serían, entiendo, los ladrillos de Podemos que caen estrepitosamente. Escándalo en el mundo frikipodcast del líder carismático, que fue el único, junto a las ministras defenestradas (o sea, arrojadas por la ventana) que creía poder evitarlo. Iba a sacar fuerza de no se sabe dónde para mantener a sus adjuntas en el Gobierno. Pero no la tuvo, y como tampoco se ha atrevido a plantarle cara y condiciones como sí ha hecho Puigdemont –igual de limitado que Iglesias pero con mucha más suerte–, se queda sin nada. Es una obviedad, pero ha de agradecérselo a su designada a dedo Yolanda Díaz, en una decisión que se me antoja la prueba del algodón de la insolvencia de este líder cuya aportación a la política española no sé muy bien dónde ubicarán los libros de historia.

El ala izquierda del gobierno de Sánchez responde mejor a la idea de grupo cohesionado con firmeza para aguantar. Díaz ha formado un equipo en el que difícilmente se cuestionará la acción de la otra parte del Gobierno. Que sí, que un antitaurino en Cultura puede ser un problema, o en Juventud alguien que tampoco condenó a Hamás hace nada en el Parlamento Europeo, no es lo mejor para la proyección internacional de España, pero de puertas adentro no habrá nadie en ese bando que disienta o que, como solían hacer las arrojadas por la ventana, critique con dureza y decibelios, y luego coja la puerta y se quede.

No sabemos lo que hará este Gobierno. Pero sí que mantendrá la cohesión y la voz única que requiere defender desde arriba el muro que el Gobierno va a levantar contra la mitad de los españoles. Lo cual no sé si es bueno o es malo, pero distinto desde luego.