El trípode

Apocalypse now

Desde que finalizó la Segunda Guerra Mundial en 1945 con el lanzamiento de la bomba atómica sobre Japón, la Historia inauguró una nueva era

Es el título de una película dirigida por Coppola en 1979 y reconocida como una obra maestra del siglo XX que toma el nombre del último libro del Nuevo Testamento que cierra la Sagrada Escritura. Aunque el original griego de «Apocalipsis» se traduce por «revelación», su texto resulta tan enigmático y plagado de relatos de no fácil interpretación, que ese término ha pasado al lenguaje común y al imaginario colectivo como sinónimo de grandes catástrofes vinculadas al final del mundo. Por extensión, se utiliza para definir toda suerte de situaciones que de producirse serían catastróficas para la humanidad.

Desde que finalizó la Segunda Guerra Mundial en 1945 con el lanzamiento de la bomba atómica sobre Japón, la Historia inauguró una nueva era en la que la amenaza de la utilización del arma nuclear por parte de alguno de los bandos contendientes con las devastadoras consecuencias que ocasionaría, cerró la puerta a una nueva Tercera Guerra mundial. Se abrió el periodo conocido como «Guerra Fría», por contraposición a la «caliente» o «declarada», que hubiera significado un holocausto total. Esa etapa terminó con la caída del Muro de Berlín y la implosión de la URSS con la clara victoria del bando occidental liderado por los EEUU frente al comunista.

Desde entonces, a partir de los años noventa del siglo pasado, hace 30 años, la geopolítica global ha vivido en una situación de hegemonía de los valores e intereses occidentales liderados por Estados Unidos. De esta manera ha sido hasta hace 14 meses exactamente, cuando tras firmar China y Rusia en Pekín un histórico tratado de asistencia y cooperación bilateral abogando por un orden multipolar, se formalizó el final de esa hegemonía y el nacimiento de otra. «Nada de lo que sucede en política es casual», como dijera Franklin D. Roosevelt, y así debe interpretarse que, tras esa firma entre Xi Jinping y Putin, el líder ruso decidiera a su regreso a Moscú hace hoy 14 meses –el 24 de febrero del pasado año– la «operación militar limitada» en Ucrania, eufemismo para referirse a la materialización de la entrada en vigor de dicho histórico acuerdo.

«A buen entendedor pocas palabras bastan», debieron pensar ambos dignatarios al considerar que Washington entendería perfectamente el sentido estratégico y profundo de aquella iniciativa, como así ha sido. Desde entonces vivimos en la transición del orden mundial anterior al nuevo que está por definirse en los campos de batalla de Ucrania, con Taiwán en la retaguardia. Mientras, la UE asiste como convidada de piedra a la desaparición definitiva del mundo otrora eurocéntrico y al borde del Apocalipsis.