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Atención
Son tantos los asuntos que nos zarandean el hombro, que nos reclaman y solicitan, que difícilmente podemos darles a todos la importancia necesaria
Nos conducen como si fuésemos bienes semovientes del Estado (¿lo somos?), en vez de ciudadanos libres (¿lo somos?), y en los últimos años la política que se ejecuta («ejecutar» es el verbo más adecuado) ha logrado acabar con nuestra capacidad de concentración, social e individualmente. El cerebro solo puede atender a una cosa, es mentira que las mujeres puedan hacer varias cosas a la vez. Nadie logra hacerlo, según han demostrado profundos y concienzudos experimentos científicos. Pregúntenle a Google. No se puede leer y escuchar música a la vez. Eso es un chascarrillo que no llega a cuento. O lees, o atiendes a la música. O estudias o trabajas. Muchas mujeres se sentían «menos mujer», al saberse incapacitadas para «hacer varias cosas a la vez», y aunque ello no les produjera una crisis de identidad de género, sí hacía que algunas torcieran el gesto cada vez que oían que «las mujeres pueden hacer varias cosas a la vez». «Pues yo no soy mujer, entonces», pensaban, contrariadas... Finalmente, consuela saber que nadie puede hacerlo, que todo eran fantasías. No podemos atender a varios asuntos simultáneamente, pero en nuestra época estamos rodeados de tantos estímulos que el cerebro salta de uno a otro sin solución de continuidad. Por eso todo se olvida tan rápido: las personas no podemos ocuparnos de tanto al mismo tiempo. Algún presidente del Consejo de ministros lo intuye, y dispara atrevidamente delirante sobre tal cantidad de objetivos que los ciudadanos no saben hacia dónde mirar, sobre qué poner su atención, aplicarse, concentrarse... La capacidad de atención ciudadana se ha deteriorado en estos años, como la de esos niños hiperactivos, incapaces de centrarse en nada, desconcertados, sobre estimulados, chiflados…, debido a la abrumadora cantidad de elementos que requieren atención. Son tantos los asuntos que nos zarandean el hombro, que nos reclaman y solicitan, que difícilmente podemos darles a todos la importancia necesaria. Nuestra curiosidad, entonces, se ve limitada. Quizás por eso, el voto sigue confinado, como lo estuvieron hace poco nuestros cuerpos, y mentes. Y las encuestas ni se mueven.
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