El trípode
Un atentado que cambió la Historia
La conspiración no concluyó con la ejecución del atentado terrorista que ocasionó 191 víctimas mortales y más de 2.000 heridos, sino que se prolongó con una campaña de desinformación que se extendió hasta más allá de nuestras fronteras.
Hace 19 años de una jornada que ha marcado un antes y un después en la reciente historia de España. Aquel jueves 11 de marzo de 2004, en la recta final de la campaña electoral a tres días de la celebración de las elecciones, se produjo el mayor atentado terrorista padecido en Europa hasta ese momento. Fue enorme la conmoción producida en una España que ya tenía larga experiencia en sufrir el flagelo sangriento por una banda que había sido capaz, 30 años antes, de asesinar a todo un presidente del gobierno de Franco. La conspiración no concluyó con la ejecución del atentado terrorista que ocasionó 191 víctimas mortales y más de 2.000 heridos, sino que se prolongó con una campaña de desinformación que se extendió hasta más allá de nuestras fronteras. El asedio a las sedes del PP durante la jornada de «reflexión» convirtió al partido del gobierno en el responsable del terrible atentado. La suspensión de la campaña electoral convirtió aquellas jornadas en actos de acusación de culpabilidad hacia un «gobierno que miente», por haber informado inicialmente que ETA había sido la responsable de la autoría material. A la distancia del tiempo transcurrido desde entonces, se puede afirmar con la misma convicción, tanto que esa autoría fue obra de los yihadistas, como que la mano que guio aquella operación era otra, distinta y distante, habituada a actuar desde la oscuridad.
El vuelco producido en las votaciones, acredita la conmoción provocada en la población convocada a las urnas. Así lo recogían todas las encuestas publicadas el domingo previo donde la única diferencia entre ellas estribaba en la magnitud de la victoria del Partido Popular gobernante. La consecuencia es conocida, y cambió de manera drástica la agenda política nacional y la europea, al estar sometido a intenso debate el proyecto de una Constitución de la UE. El gobierno español y el polaco habían bloqueado su aprobación para introducir en su exposición de motivos una clara referencia a las «raíces cristianas de Europa» como criterio inspirador e interpretativo de la misma en sintonía con el Papa Juan Pablo II como líder espiritual que lo defendía con gran convicción. El nuevo gobierno socialista recién constituido retiró con carácter inmediato esa exigencia y así pudo aprobarse por el Consejo Europeo, apenas tres meses después, el Tratado por el que se instituía la Constitución para Europa que debía someterse a Referéndum de los Estados miembros. Con lo que no contaban sus promotores es que los ciudadanos de Holanda y Francia, dos naciones intensamente alejadas de sus raíces cristianas, impedirían su aprobación.
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