Top Mantra
Audiencia
Claro que si Trump ya demostró que no guardaba ningún respeto por el Capitolio de su país, cuando aplaudió su asalto por parte de una panda de pirados (ya ha indultado a 1500 de ellos), ¿por qué iba a tenerlo por el Despacho Oval? O por Ucrania
«Esto va a tener una gran audiencia en Televisión», dijo el viernes pasado un desquiciado Trump después de acorralar y humillar a Zelenski delante del mundo entero. Llevaba razón, en eso ha convertido (él) al Despacho Oval, en un plató de televisión basura para reality-shows. Tanto su misario Vance como el propio Trump acusaron a Zelenski, entre gritos, con dedito naranjito acusador, de «falta de respeto», aunque irrespetuoso no fue precisamente el jefe del Estado ucraniano: nadie en toda la historia había tenido antes una falta de respeto tan degradante como la de Trump y su seise Vance (aunque despierte entusiasmo en forma de aullidos de aprobación religiosa por estos lares). Claro que si Trump ya demostró que no guardaba ningún respeto por el Capitolio de su país, cuando aplaudió su asalto por parte de una panda de pirados (ya ha indultado a 1500 de ellos), ¿por qué iba a tenerlo por el Despacho Oval? O por Ucrania. Ese mismo día, después del espectáculo televisivo que nada tenía que ver con la diplomacia o la política, ni siquiera con la mínima dignidad y compostura que se exigiría en una reunión de comunidad de vecinos, los periódicos norteamericanos más importantes hicieron una crítica más bien tibia del bochorno mundial que acababa de tener lugar. Sin embargo, lo que decían los lectores del Washington Post, por ejemplo, era bien distinto. La IA del periódico lo resumía así: «Los comentarios expresan abrumadoramente vergüenza y bochorno por el comportamiento del presidente Trump durante la reunión con el presidente Zelenski, describiéndola como irrespetuosa y vergonzosa. Muchos comentaristas elogian a Zelenski por su coraje y liderazgo, comparándolo con el de Trump...» Corroborando que, frente a la opinión pública, las élites lanzan sus discursos pedagógico propagandísticos para que la legión de creyentes ideológicos, con el voto entre los dientes aguardando cuatro años a la urna, siga sus postulados. Pero…, ¿a quién vamos a creer? ¿A lo que ven nuestros ojos, o a lo que nos ordenan nuestros amos partidistas, sacerdotes ideológicos, que tenemos que ver, oír o pensar…?