
Top-Mantra
Basuras
Ahora tenemos pueblos y ciudades en lugares «expuestos» mientras la población sigue aumentando porque los mismos que quieren que vuelva el bosque y desaparezca el «atrasado sector primario», fomentan una inmigración masiva, que también come
Los cráneos privilegiados –así llamados porque disfrutan de muchos privilegios, entre los cuales raramente un raciocinio excepcional–, que han decidido que no se limpien montes, barrancos, cauces secos…, aparentan no saber las consecuencias de las leyes que nos imponen, incluso después de la trágica Dana del 29-O. Quienes disponen estas leyes prohibitivas –la legislación más abundante es la que prohíbe, veda, amenaza, priva, sustrae…–, parecieran estar dispuestos a eliminar lo que queda del sector primario europeo. Excepto del francés, que se hace fuerte y monta una Bastilla móvil en los Pirineos ante el menor asomo de tomates españoles. Desean acabar, sobre todo, con la agricultura española, que tanto ha molestado a sus competidores vecinos por ser de una excelencia inigualable. Diera la impresión de que anhelan destruir los cultivos y sustituirlos por bosque salvaje, como en la Edad Media, cuando los bosques atlánticos, impenetrables y húmedos, señoreaban el norte peninsular, los mediterráneos (en el centro y el sur), lucían alcornoques, encinas, pinos y matorrales, y los bosques de ribera (permiso ministerial…) rodeaban los ríos con sus chopos, sauces y alisos… Entre los siglos XI y XV se produjo una deforestación debida a la expansión agrícola, fundamentalmente porque aumentó la población: gentes con ciertos deseos de comer algo diariamente. Ha llovido –no siempre bien–, desde entonces, y ahora tenemos pueblos y ciudades en lugares «expuestos» mientras la población sigue aumentando porque los mismos que quieren que vuelva el bosque y desaparezca el «atrasado sector primario», fomentan una inmigración masiva, que también come. No consideran que geografía, orografía y clima ibéricos no se parecen mucho a los del resto de Europa, pero han decidido que «no se limpien» barrancos y cauces de ríos, que acumulan brozas y desechos vegetales, aunque también basura y restos abandonados: lavadoras, frigoríficos rotos, animales muertos, muebles viejos, restos de obras, objetos contundentes…, que se convierten en munición mortal en caso de riada, como balas gigantescas de cañón impulsadas por la fuerza del agua. (Pregunta: cielo santo, ¿pero en qué manos estamos…?).
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