A pesar del Gobierno
Cuentas y riesgos
Ningún dato que nos dan sobre las cuentas del sistema bancario parece fiable. Desde el inolvidable Smiley, que aseguró que era el más sólido del mundo, hasta el carismático Barbie, que dijo que no se pondría dinero público en la banca, pasando por el ministro Louis de Griottes, que proclama su liberalismo a la vez que promueve una banca pública diez veces mayor que Argentaria, y cuyo cálculo sobre el coste del rescate de toda la banca española, 15.000 millones de euros, proclamado con toda solemnidad hace apenas un par de semanas, ha resultado menor que lo que costará sólo el rescate de Bankia.
Aunque resulte escalofriante por ser brindada por quienes tienen presumiblemente toda la información, la notoria imprecisión sobre las cuentas puede resultar a la postre un problema menor si no quedan claros dos puntos sobre los riesgos que estamos corriendo todos, sin comerlos ni beberlos, pero si soportándolos. Lo más importante es percibir que la proclividad cíclica de la banca depende de la política y no del mercado; cuando digo política no me refiero simplemente a la presencia de políticos en los órganos de gestión de la banca, que también, sino a la base intervencionista del conjunto del sistema; es decir, si mañana desaparecen los políticos y los sindicalistas de los consejos de administración de la banca, cosa sin duda deseable, no estaremos por ello vacunados contra las crisis para siempre. El segundo punto tiene que ver con el resultado de las operaciones de rescate; si salen mal, no hay dinero en el mundo capaz de reflotar un sistema bancario como el prevaleciente, y estamos abocados al colapso; pero si sale bien, si el Estado nacionaliza bancos, o crea un banco público, y después privatiza los primeros y cierra el segundo, y obtiene un beneficio, todo el riesgo habrá corrido por cuenta de los ciudadanos.
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