Al portador
El carnaval de Trump y de Sánchez
«La cesión de competencias en inmigración y control pactada entre el Gobierno y Puigdemont tiene algo de trumpista»
Donald Trump, justo cuando se celebraba el carnaval de Nueva Orleans, en su discurso presidencial en una sesión conjunta del Congreso y el Senado, dijo que «la concienciación –«wokeness»– es un problema. La concienciación es mala. Se acabó. Se acabó». Bravatas aparte, no aclaró que significaban esas palabras, en una interminable perorata presidencial de más de cien minutos de duración, la más larga de un inquilino de la Casa Blanca en tiempos modernos. «Es carnaval, pero nada puede compararse con el discurso de Trump», escribía ayer en el Financial Times el analista Edward Luce. También en un martes de carnaval, víspera del entierro de la sardina y del miércoles de ceniza, el Gobierno de Sánchez –malditas coincidencias– anunciaba un acuerdo/pacto, de reminiscencias trumpistas, con Carles Puigdemont y Junts para ceder a Cataluña competencias en inmigración y control de fronteras, que serían un primer paso para expulsar inmigrantes de la Comunidad Autónoma con criterios poco claros y susceptibles de interpretaciones confusas y distintas.
Trump y Sánchez no son un ejemplo de «vidas paralelas», pero Plutarco (50-125DC) quizá los incluiría como pareja en sus biografías que tanto aprecia Jordi Pujol. En el discurso de carnaval del presidente americano no hubo ideología, ni planes legislativos, solo «personalismo», según The Wall Street Journal, que no se distingue por sus críticas a los republicanos. El penúltimo, habrá más, acuerdo de Sánchez con Puigdemont y los suyos también está huero de ideología por parte del Gobierno. Es oportunismo para mantener el poder, aunque rechinen hasta las cuadernas de todo lo que pueda sonar a socialismo. Hay pocas dudas de que Trump, si le incumbiera, aplaudiría que los nacionalistas catalanes sean competentes para decidir quién puede y no puede vivir en Cataluña. El sucesor de Biden proclama que solo él puede devolver el esplendor a Estados Unidos, aunque solo piensa en él mismo. Sánchez pretende convencer a todos que él es mejor para España que cualquier otra opción y que debe seguir en la Moncloa, también gracias a Puigdemont y de rebote a Vox, que ya es su muleta, con o sin la «concienciación –wokeness– mala» de la que, en carnaval, habla Trump.