La situación
Catástrofes y estado compuesto
«‘‘Si necesita más recursos, que los pida’’, ha dicho el presidente, en una frase que define a quien la pronuncia»
Es un argumento muy utilizado (hasta el abuso) el que nos señala las virtudes de un estado compuesto y descentralizado. La teoría indica que, en efecto, cuando hay varias administraciones en diferentes estratos, los estamentos públicos se acercan al ciudadano, conocen mejor sus problemas y, como consecuencia, esos problemas se pueden resolver de un modo más eficiente. La teoría, como el papel, lo aguanta todo.
Nadie podrá negar las evidentes mejoras que se han producido en España desde que se estableció el estado autonómico. De la misma manera, nadie podrá negar las evidentes disfunciones que la descentralización desigual y descontrolada provoca cuando ocurre algo grave y no se actúa con la coordinación necesaria, o no se sabe con exactitud a quién corresponde la competencia en unas cosas o en otras.
La catastrófica dana que ha arrasado una parte del país muestra con la mayor crudeza las enormes carencias del sistema autonómico. A pesar de tener ya casi medio siglo de vida, seguimos sin terminar los ajustes de competencias, porque las fuerzas políticas centrífugas siempre consiguen más y los gobiernos centrales no tienen la valentía necesaria para poner punto y final, y decir que hasta aquí se ha llegado.
Solo en el inicio de la pandemia, Pedro Sánchez decidió, con buen criterio, centralizar la gestión de la crisis, para que las decisiones se adoptaran en una única mesa, la del gobierno de la nación, y no en las de diecisiete estaditos autonómicos. Pero, pronto, Sánchez se percató de que las terribles consecuencias de la pandemia situaban la responsabilidad en él, y entonces lo descentralizó todo, para que el coste político se repartiera con los líderes autonómicos de varios partidos. El resultado fue que pasamos del desorden al caos.
En la crisis de la dana se ha conseguido que nadie sepa a qué administración corresponde avisar de qué, ni activar a quién. «Si necesita más recursos, que los pida», ha dicho el presidente, en una frase que define a quien la pronuncia.
Asumamos que está fuera de las capacidades humanas gestionar sin errores una calamidad como esta. Pero es hora de repensar nuestra organización como país.
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