«De Bellum luce»

La censura del censor

Censura es imponer un sistema de veto en las entrevistas por el que aquellos medios que no se someten a los mantras oficiales no pueden preguntar ni al presidente ni a sus ministros

El equipo del presidente del Gobierno lleva mucho tiempo ejerciendo la censura a su manera. Porque no solo se coarta la libertad de prensa con tachones sobre lo que ya está escrito, como en la etapa del dictador Francisco Franco. Hay una censura peor, que es la que se instala sutilmente en el ambiente, poco a poco, convirtiéndose en un elemento más del día a día, sin que asombren los procedimientos ni tampoco escandalicen ya a nadie.

Es la censura del que se apoya en un modelo de comunicación basado en dirigirse solo a los que le aplauden. Que considera que los lectores u oyentes de quienes le siguen la corriente deben tener el privilegio de leer o escuchar primero el NODO oficial. Cuelan bulos y distorsiones de la realidad, pero si el emisor es la prensa oficial no importa, al contrario, loado sea el Señor que nos da la oportunidad de tener acceso a esos bulos, transfigurados, y aunque sea por segundas vías.

Censura es imponer un sistema de veto en las entrevistas por el que aquellos medios que no se someten a los mantras oficiales no pueden preguntar ni al presidente ni a sus ministros. No nos equivoquemos, aquí no hay mensajeros más hábiles ni mejores en su trabajo que el resto, lo que hay es mensajeros que forman parte del régimen socialista y otros que no han sido dignos de recibir el carné del mismo. Y en este escenario, en el que deberíamos estar preguntándonos si cumplimos con los estándares mínimos de pluralismo y rendición de cuentas del poder político, aparece Pedro Sánchez para decirnos que el censor es la víctima de la censura que él ya aplica contra los que no le ríen las gracias ni contribuyen a ensalzar su ego.

La autocrítica debe ser el principio básico de actuación de todos, empezando por los mensajeros. Pero no hay precedente en nuestro modelo europeo de un gobernante que actúa como el presidente del Gobierno español, que ha construido el relato de una supuesta persecución inquisitorial contra su mujer y él para tapar lo que ya se dice y poder utilizar toda esta construcción argumental para sostener que ya avisó de la cacería que se le venía encima si, a futuro, sale algo más que le incomode a él o a su esposa. Por cierto, a mí, como mujer, me resulta extravagantemente machista que Pedro hable siempre en nombre de Begoña y que Begoña deje siempre que hablen por ella.