El trípode

Ceremonia fúnebre en La Zarzuela

Si una «imagen vale más que mil palabras» esa imagen lo dice todo respecto al ambiente que se respiraba tras las dos sesiones del debate de investidura

Los cuatro minutos escasos de la duración del acto de promesa de Pedro Sánchez Pérez-Castejón como presidente del Gobierno ante SM el Rey, parecían propios de una ceremonia fúnebre, con los serios semblantes de todas las autoridades del Estado presentes. Además, los varones con traje oscuro al igual que las dos mujeres, tanto la presidenta del Congreso, Francina Armengol, como la ministra de Justicia en funciones, Pilar Llop, como Notaria Mayor del Reino. Si una «imagen vale más que mil palabras» esa imagen lo dice todo respecto al ambiente que se respiraba tras las dos sesiones del debate de investidura para el que –cual una premonición– el candidato Sánchez accedía por la puerta trasera al Palacio de un Congreso blindado como fortaleza inaccesible a los ciudadanos. No era para menos con el consorcio de partidos logrado para investir a Sánchez, unidos solo por compartir ideas incompatibles con el mismo fundamento de la constitución que es la «indisoluble unidad de la nación española, patria común e indivisible…». Ante esa realidad, Sánchez prometió «por su conciencia y honor, lealtad al Rey» y «guardar y hacer guardar la Constitución», lo que ante el acreditado valor de su palabra no requiere de más comentarios al respecto.

Es sabido que el valor de esa promesa dependerá de la opinión de su persona en cada momento. También ayer, el Tribunal de Cuentas del Reino juzgaba a los responsables del procés por la malversación de más de 3 millones de euros gastados de fondos públicos. En ausencia de los dirigentes Puigdemont, Junqueras y Más, conscientes –como sus abogados dijeron– de que todo va a ser «papel mojado» con la amnistía. Mientras, portavoces de Junts y Bildu recordaban que su objetivo es la independencia de sus respectivas comunidades, y que el pacto era de investidura y, por tanto, la legislatura la deberá negociar y ganar «día a día». Ante esa evidencia, la promesa de Sánchez de lealtad al Rey, cuando sus aliados parlamentarios prioritarios –ERC, Junts, BILDU–, ni respetan ni reconocen a la Monarquía como forma de Estado, ahora encarnada en Felipe VI, suena a una tomadura de pelo continuada a los españoles. Ya dijimos que las siglas PSOE quedan indeleblemente marcadas en la Historia de España como las que con sumisión absoluta a la voluntad de su líder han protagonizado un patético papel de comparsas de los enemigos de España para que su jefe siga una temporada más en La Moncloa. Sin barcos y sin honra y creando una fractura, división y enfrentamiento en el pueblo español sin precedentes desde la vigencia de la Constitución. Una ceremonia fúnebre ante un cadáver político.