Y volvieron cantando
El césar y los califas
El césar Sánchez ya vela armas frente a los califas populares
La presidenta madrileña sigue provocando urticaria en las filas socialistas. No hay ministro del Gobierno que evite la cantinela del señalamiento a Isabel Díaz Ayuso, ¿Por qué será? Tampoco tendremos que esperar al discurrir de la legislatura para colegir que la relación entre el ejecutivo central y las comunidades mayoritariamente gobernadas por el PP va a ser un inmisericorde tira y afloja, con las luces enfocadas hacia el horizonte de los próximos cuatro años, desde la declaración de intenciones de Sánchez en su investidura, pasando por el perfil de su nuevo gobierno, en una estrategia del PSOE a largo plazo encaminada a la reconquista del poder territorial perdido. Sánchez y su guardia pretoriana saben que una fundamental parte del león en la oposición de Núñez Feijóo a la segunda versión del «Frankenstein» irá aparejada a la nada despreciable capacidad de maniobra política y de gestión por parte de los «califas» populares, una variante que ha condicionado gran parte de la hoja de ruta de La Moncloa con independencia de los compromisos extremos suscritos con el separatismo.
La alternativa vuelve a ser una confrontación que desembocará inevitablemente en el choque institucional de trenes. El recurso presentado hace pocas semanas contra la legislación de costas del gobierno autonómico del Partido Popular en Galicia a cargo de un gobierno central todavía en funciones era toda una tarjeta de visita, como lo es el marcaje convenientemente apoyado por no pocas baterías mediáticas a la coalición de gobierno entre Vox y PP en Castilla y León, donde todo vale a la hora de transformar gestos parlamentarios de sollozo en felaciones o buscar debajo de las piedras una instantánea de las derechas comiéndose a algún niño crudo. La Andalucía de Moreno Bonilla, la Valencia de Mazón, la Murcia de López Miras o la Extremadura de Guardiola, a la que sin rubor se achaca ahora el problema ferroviario que desalojó a Fernández Vara, tampoco escaparan al dispensario de sales contra el sofoco desde el gobierno central, pero sobre todo se apuntará a la aldea de Astérix madrileña contra cuyo gobierno ya señalan las lanzas del feminismo «progresista» y la sala de máquinas de un Ministerio de Sanidad cuya titular tendrá en el Consejo de ministros una mejor caja de resonancia que la Asamblea de Vallecas. El césar Sánchez ya vela armas frente a los califas populares.
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