
Mirando la calle
Y César mató a Bruto
En el PSOE nadie puede moverse si no quiere acabar muerto
Julio César se había convertido en el rey sin corona. La aplastante victoria en una cruenta guerra civil dejó en sus manos el poder de la República para disgusto y horror de la élite romana. Los conjurados de los Idus de Marzo consideraron que era un peligro para Roma, al haber destruido las instituciones republicanas, los privilegios aristocráticos y las libertades de los ciudadanos. Y lo mató, Bruto («¿También tú, Bruto?»). El colaborador y amigo íntimo del Cesar sacrificó cercanía y cariño para arrebatarle el poder absoluto, que él mismo se había adjudicado. Tras el asesinato, sin embargo, Roma demostró su adhesión al gobernante en contra de los conspiradores, que tuvieron que huir. Bien. Parece que, en política, desde el año 44 antes de Cristo, los asesinatos están a la orden del día. En nuestros tiempos siguen vigentes, aunque sea de manera figurada. El último «crimen», el de Lobato, ya ex secretario general del PSOE de Madrid. ¿Merecía Lobato «morir» por depositar ante notario un papel de contenido ilegal sobre la pareja de Ayuso, antes de utilizarlo en la Asamblea, como le sugirieron? Lo hizo al recibir la información de Pilar Sánchez Acera, jefa de gabinete de Oscar López, a su vez jefe de gabinete de Pedro Sánchez, cuando el fiscal General del Estado ya había sido imputado. ¿Pretendía salvaguardar su integridad jurídica sabiendo que aquella filtración constituía delito? A Pedro Sánchez le quedan cuatro años para llegar a la edad de Julio César; quizás por eso no permite que crezcan «asesinos» a su alrededor: los «mata» él, en cuanto discrepan. En el PSOE nadie puede moverse si no quiere acabar muerto. Y no es de ahora. Solo que, salvo Sánchez, que lo hizo y salió indemne y candidato (y llegó a presidente, sin ganar en las urnas, y se mantiene en el puesto pese a tener a su mujer y su hermano imputados, y al que fuera su mano derecha fuera del PSOE, señalado, al igual que varios de sus ministros…), cuantos han abandonado el camino oficial han acabado en la cuneta. Tal vez la política es matar o morir.
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