
Tribuna
Cifras y valores
La sociedad que exige a sus hombres y mujeres sacrificios que pueden incluso llevarles a la muerte, debe cuidarles

Por muy sofisticados materiales que compremos o fabriquemos, por muchos programas que diseñemos o inversiones millonarias que realicemos en materia de Defensa, en tanto discutimos si son galgos al 2% o podencos al 5%, no servirán de nada si no hay tras ellos servidores eficaces, vocacionales, leales y comprometidos. Y para atraer a hombres y mujeres que cubran nuestras plantillas y su previsto incremento, al tiempo que se sientan comprometidos con estas virtudes, hay que cuidarlos.
De un magnífico trabajo de Juan Carlos Losada (1) sobre la batalla de Trafalgar, cuyo heroico aunque amargo desenlace ocurrido hace 220 años hemos recordado este pasado mes de octubre, extraigo lo que el brillante historiador considera una de las claves de la derrota: «El gran problema eran las tripulaciones», refiriéndose a los 11.800 efectivos españoles. «Si bien los jefes y oficiales españoles eran muy competentes, la marinería dejaba mucho que desear; faltos de personal se recurría a reclutar forzosamente a mendigos, vagabundos y gentes desarraigadas, la chusma según el lenguaje de la época, que desertaban cuando podían...». Al contrario, cuando habla de los 23.300 hombres que formaban las tripulaciones de Nelson señala: «La mayor parte de su marinería había sido reclutada procedente de su marina mercante; conscientes de su importancia, estaban bien pagados y alimentados». Reitero esta idea con el testimonio de un conocido trotamundos como fue Leandro Fernández de Moratín (1760-1828) cuando visitó los hospitales navales británicos de Greenwich y Chelsea allá por 1792. Cito de memoria: «Quien visite estos hospitales navales y la forma con que los ingleses cuidan a sus enfermos, lisiados y retirados, comprenderá los éxitos de su Armada». Más cerca, conozco bien la historia del Hospital Naval que construyen los británicos en la Isla del Rey en 1711, en pleno centro del puerto de Mahón, para atender a las tripulaciones de sus escuadras en el Mediterráneo. Hablo de un hospital soleado, abierto a la tramontana para luchar contra las «miasmas», con chimeneas en todas sus habitaciones y capacidad para 1.200 camas. Podría referirme a Napoleón y su hospital de los Inválidos en París.
Resumo: La sociedad que exige a sus hombres y mujeres sacrificios que pueden incluso llevarles a la muerte, debe cuidarles. Y debe preocuparse muy especialmente de sus uniformados que no tienen constitucionalmente voz sindical que reclame sus derechos, incluso sus mínimas necesidades. Más responsabilidad por tanto la de sus mandos que deben intuirlas, adelantarse a ellas, cubrirlas. Porque los problemas de las plantillas y viviendas en las FAS son cada día más notorios y van asociados, como detecta en su informe anual el Observatorio de la Vida Militar, dependiente –quizás demasiado– de su Ministerio.
Y si el problema de la vivienda alcanza un nivel universal en nuestra sociedad, entre los uniformados, con una movilidad superior, el problema es acuciante. Curioso que quien ofrezca soluciones sea un economista como Ignacio de la Torre que nos conoce bien y ha compartido aulas del CESEDEN con nuestros mandos (2). «España abolió el servicio militar obligatorio hace 20 años, pero no dotó a sus Fuerzas Armadas de un nivel presupuestario acorde con la profesionalización del Ejército». Propone establecer mecanismos de colaboración público-privada en los que el Ministerio cede terrenos para construcción de viviendas en régimen de alquiler. Como el suelo representa un 28% del coste de las viviendas, el precio del alquiler también se reduciría. Al finalizar el derecho de superficie, tanto las viviendas como el uso del suelo, revertirían a Defensa. Lo más importante: se facilitaría la movilidad de nuestros profesionales. Así lo ha hecho Australia que ofrece actualmente 18.000 viviendas en régimen de alquiler. También lo desarrollan los EE.UU. que gestionan 200.000 viviendas en 150 emplazamientos que han movilizado 32.000 millones de dólares de inversiones privadas y dan solución a la movilidad de sus uniformados.
Todo, menos cruzarnos de brazos. Como no lo hicieron nuestros mayores. Hoy, Casas Militares y Cooperativas de viviendas impulsadas por responsables de la época, aunque gestionadas por los propios beneficiarios, permiten que muchos retirados puedan tener vivienda en propiedad e incluso apoyarse en ella con hipotecas inversas que les ayudan a vivir. ¿Por qué se han perdido estos impulsos y estas iniciativas? ¿Miedo a gestionar? Más debería preocuparnos el tener que cubrir un día nuestras plantillas con la emigración.
Cuando no es la primera vez que cito estas carencias, acudo nuevamente al papel de la Real Hermandad de Veteranos de las FAS y Guardia Civil que es quien debería exigir estas iniciativas, como hacen las asociaciones de Veteranos en otros países (3). El problema está ahí. No servirá de nada, llorar dentro de diez años.
(1) La Aventura de la Historia. nº 324. Octubre 2025; (2) Actualidad Económica. El Mundo. 24 octubre 2025; (3) En EE.UU., el Presidente acude a su cena anual.
Luis Alejandre Sintes, es general (r). Academia de las Artes y Ciencias Militares.
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