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La coalición contra la vice de Hacienda y la trampa grupal

La «vice primera» tiene, entre otros, el reto en teoría de embridar el déficit frente a un Gobierno gastón, con Yolanda Díaz, que siempre encontrará coaligados para gastar todavía más

Pedro Solbes (1942-2023), que fue ministro con Felipe González y también –aunque arrepentido– con Zapatero, explicaba que «todos los gobiernos son de coalición: de un lado, el ministro de Economía y Hacienda; del otro, el resto de los ministros. Su función es gastar y corresponde al responsable de Hacienda definir el máximo de gasto total». María Jesús Montero, que ya era titular de Hacienda, tiene ahora el poder político añadido de ser vicepresidenta primera y, por lo tanto, número dos del Gobierno de Pedro Sánchez, que ha elegido a Carlos Cuerpo, otro Técnico Comercial del Estado, para sustituir a Nadia Calviño, ahora feliz y bien remunerada al frente del Banco Europeo de Inversiones. Montero, también número dos del PSOE, es sanchista hasta el extremo y capaz de superar incluso a su jefe, porque puede decir una cosa y la contraria en la misma frase, siempre atropellada, sin inmutarse. La «vice primera» tiene, entre otros, el reto en teoría de embridar el déficit frente a un Gobierno gastón, con Yolanda Díaz, que siempre encontrará coaligados para gastar todavía más.

Solbes también contaba que en la coalición de ministros frente al de Hacienda, «es clave la posición que adopta el presiente del Gobierno. En mi periodo anterior, Felipe González respetó siempre el consejo del ex primer ministro sueco Olof Palme (1927-1986) de apoyar a su ministro de Hacienda, excepto en algunas ocasiones. El gran problema –con Zapatero– fue que el presidente del Gobierno prefería convertirse en el fiel de la balanza entre el ministro de Hacienda y los demás; en demasiadas ocasiones tuve la impresión de que estaba del lado de los responsables del gasto y no del mío». Montero no tiene ese problema. Ella ha hecho y hará lo que desee Sánchez y, aunque ambos defiendan la reducción del déficit público, si el inquilino de la Moncloa necesita gastar más o subir más los impuestos, la jefa de Hacienda lo hará. El papel del nuevo ministro de Economía –que habla idiomas a diferencia de Montero– será torear con la Unión Europea y los mercados para poder financiar la deuda, como hacía Calviño, que presume y presumirá de gestión, pero que hace tiempo buscaba una salida porque veía oscuro el horizonte económico. Pretendía –y lo ha conseguido– eludir «la trampa de la lealtad» o «grupal», descrita por el germano-americano Albert O. Hirschman, es decir, la reticencia a dimitir de forma sonada para no perjudicar al grupo. Una trampa que no preocupa a Montero, porque ella es el grupo, y que cazó y destrozó a Solbes.