Historias del mundo

El coleccionista de lápices

«Con más de 70.000 ejemplares espera alzarse con el récord mundial»

Está a punto de arrebatar el récord mundial a un ciudadano uruguayo, una sensación «que es otro nivel», según describe Aaron Bartholmey, de Colfax, en Iowa. Comenzó atesorando lápices de madera con tan solo 6 años y se siente muy emocionado. Ha pasado treinta años «formando esta colección, y ha sido muy divertido enseñar los lapiceros a todo el mundo y hablar de esta afición», confiesa Bartholmey, que ha conservado más de 70.000 y está a la espera de que Guinness le dé el visto a toda la documentación aportada. Hasta ahora, el mayor coleccionista del planeta, Emilio Arenas, acumulaba 24.000, un hito que logró en 2020.

Un aura de nostalgia y romanticismo impregna las historias de estos lápices. El estadounidense de 36 años confiesa que sigue escribiendo a mano, pero nunca con los de su colección. «Están todos sin usar». Eso sí, le gusta más la caligrafía que sale de los lápices más antiguos, «son únicos y de mucha mejor calidad», asevera.

En su extensa selección, Bartholmey ha encontrado uno que proviene de España, «es de un fabricante llamado Johann Sindel». La hemeroteca de principios del siglo XX narra que el gallego Alberto Fernández Martín contrató al experto alemán como jefe de taller de Hispania, y fabricaron unos modelos de mucha calidad de madera de cedro americano y mina de grafito.

Aunque este ejemplar no se trata de su favorito. Los que más le gustan «son los que reflejan un momento concreto de la historia. Tengo varios en esta categoría, entre ellos algunos que apoyan el esfuerzo bélico durante la Segunda Guerra Mundial y otros que promocionan a candidatos presidenciales estadounidenses que se remontan a la década de 1920». La mayoría de sus lápices también refleja el paso del tiempo y cómo algunas empresas que en su momento fueron punteras –y hasta invirtieron en mercadotecnia corporativa– ya ni siquiera existen. «Podrían considerarse antigüedades».

En menos de tres meses conoceremos el resultado de los especialistas del Guinness World Récords. Sin embargo, este no es el fin último de Bartholmey, quien me explica que, a pesar de batir la plusmarca continuará haciéndose con nuevos lápices. «Me entusiasma esta afición. Espero seguir coleccionando mientras pueda», augura.