César Vidal

2013

El año pasado, el 2012, no ha sido fácil. Gracias a Dios, el supuesto fin del mundo presuntamente profetizado por el calendario maya no tuvo lugar, pero tampoco puede decirse que sus doce meses vinieran repartiendo alegrías. No voy a detenerme en el plano internacional donde la Unión Europea siguió sufriendo sus contradicciones; donde Estados Unidos no acertó con una política internacional sosegada ni con el fin del déficit; donde no se avanzó un solo paso para solucionar el conflicto de Oriente Medio y donde Irán, por el contrario, sí que dio zancadas para fabricar armamento nuclear. Para hablar de problemas irresueltos, a decir verdad, nos bastaría con España. Los escándalos de corrupción, por ejemplo, salpicaron a la familia real y dejaron de manifiesto por enésima vez que el nacionalismo catalán se nutre de manera esencial del abuso de poder. Además sufrimos cerca de treinta nuevas subidas de impuestos, el paro continuó aumentando sin visos de que interrumpa esa trayectoria, el gasto público siguió sin verse controlado, la banca no concluyó su saneamiento y, sobre todo, temeroso de que algunos de sus dirigentes acaben dando con sus huesos en la cárcel, el nacionalismo catalán decidió pisar el acelerador de la independencia. No hay que ser un genio para percatarse de que 2012 no va a pasar a la Historia por sus gozos sino, si acaso, por sus sombras. Respecto al año ya iniciado, permítaseme ser más optimista. Creo sinceramente que podemos sujetar el déficit, terminar nuestro desplome económico y comenzar a ver –esta vez sí– la luz al final del larguísimo túnel en que nos hallamos desde el año 2007. La clave está en sujetar la deuda de las CCAA y, en especial, la de Cataluña –¡más del treinta por ciento de la deuda de las CCAA!– seguida ya a cierta distancia por Andalucía y Valencia. Si ese endeudamiento y su correspondiente déficit son, finalmente, controlados, aunque sea a costa de la intervención en ellas, a mediados de este año habremos tocado fondo y podremos, poco a poco y sacrificadamente, remontar una caída que dura más de un lustro. Podríamos incluso esperar en el curso del año, el inicio del crédito para empresas y familias; una ligera disminución del desempleo y un modesto repunte de la producción. ¿Y si no? Pues está claro. Si no controlamos ese gasto público autonómico, no saldremos de la crisis y superaremos ampliamente los seis millones de parados. Entonces las dos últimas cifras del año harán honor a su mala fama.