Alfonso Ussía
A letrinas
El diputado de CiU Jordi Xuclá, que tiene apellido de marca de turrones, quiere que se castigue de forma ejemplar a los militares que opinen de política. He intentado encontrar en los medios de días pasados alguna opinión política de un militar cualquiera, y no he podido hallarla. Además, eso está perfectamente reglamentado. Es más, a los militares, que conforman una de las instituciones más decentes y queridas por los españoles de bien no sólo les prohíben que opinen de política, sino también que lean artículos de la Constitución, como le sucedió al general Mena Aguado cuando Bono era ministro de Defensa del Gobierno de Zapatero. Todo son provocaciones y groserías para distraer la atención. El sancionador Xuclá, que es diputado español, desconfía y pide en nombre de su partido castigos ejemplares para quienes se comportan y se han comportado siempre ejemplarmente, y olvida que sean sancionados los traidores y sediciosos, como él y muchos de su partido, con Mas a la cabeza, que es el representante de España y del Rey en su atribulada comunidad autónoma.
El de los turrones Xuclá –«Si quiere ir al más allá, compre turrones Xuclá»–, no ha visto a un militar ni en pintura, a pesar de que el gran pintor de la estética militar de nuestros días es un artista catalán, barcelonés, Augusto Ferrer-Dalmau, que ha superado a su antecesor, el también formidable pintor catalán Josep Cusachs. No ha visto a un militar ni en pintura ni ha cruzado dos palabras con ninguno de ellos, porque de haberlo hecho no humillaría su condición de representante del pueblo español con semejantes gilipolleces. Mucho me temo que Xuclá es de los que se tiran al suelo cuando los aviones de las Fuerzas Aéreas sobrevuelan en maniobras alguna zona de Cataluña. O de los que le dicen a su mujer, si en el horizonte marino de Barcelona se aprecia el dibujo de un buque de guerra de nuestra Armada que no lleve a la nena a pasear por Montjuich porque los marinos españoles se disponen a atacar. O de los que al pasar por la puerta de un Regimiento le preguntan al soldado de guardia si lleva el arma cargada o ayuna de munición. El diputado Xuclá , que lleva un buen tiempo amparado por la prudencia del sistema a pesar de sus políticas traidoras a España –Cataluña incluída, claro–, quiere que los militares sean duramente sancionados por cumplir son su deber y sus limitaciones de expresión públicas. Es sabido que a los traidores en España se les trata con enorme cortesía, pero a este diputado sedicioso, dulcemente aforado, habría que soltarle, como poco, un pequeño chorreo y posteriormente, con la autorización del Tribunal Supremo, siguiendo los pasos y las pautas que rodean a los intocables, mandarlo a limpiar letrinas. «Xuclá, por grosero, por injusto y por sedicioso, a letrinas». Y por cursi.
Los militares y la Guardia Civil se dedican, entre otras cosas, a proteger a gente como Xuclá, y a dar su vida por España y por personajes como Xuclá. Lo hacen callada y discretamente, con la naturalidad de los grandes, sin aspavientos, sin exigir gratitudes ni reclamar contraprestación alguna. Lo hacen porque esa es su vocación y los deberes están inmersos en ella. Los militares son los únicos españoles siendo los más españoles que no son libres. Y no lo son porque ellos mismos han establecido los límites de su libertad. Que venga a estas alturas del polvo de la mona el diputado Xuclá con semejantes sandeces resulta excesivamente grosero. No se preocupe. España no ataca a España. Seguirán callados. Pero Xuclá merece un arresto de letrinas, un reencuentro con su elemento natural.
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