Pilar Ferrer

Afloran las esencias

Tal vez para amortiguar una embestida de la «vieja guardia», Alfredo Pérez Rubalcaba se dejó ver días atrás en el Congreso, y en algún restaurante cercano, por diputados de su más estricta confianza: Elena Valenciano, número dos del partido, y esa joven promesa llamada Juan Moscoso del Prado, hijo del que fuera ministro de la Presidencia con Felipe González. Su padre, Javier Moscoso, militó en las filas del partido de Paco Ordóñez, aquel PAD, luego integrado en el más puro felipismo. Las vueltas que da la vida. Su hijo, navarro, economista, y con idiomas, es hoy uno de los más cercanos al actual secretario general del PSOE.

Cierto es que, en esta semana, las veteranas esencias del socialismo han aflorado. Manuel Chaves musitaba por las esquinas su enojo contra la jueza Mercedes Alaya y su petición de imputación a propósito de los ERES. «Esta vez se ha pasado», decía el ex presidente del partido y de la Junta andaluza, con un lamento de mayor defensa desde Ferraz y San Telmo. Alfonso Guerra no ocultaba su crítica acerada contra la actitud del PSC. Él, que tanto trabajó con Fernando Abril Martorell para consensuar la Constitución. José Luis Corcuera, aquel bravucón ministro del Interior, artífice de la llamada «patada en la puerta», no se paró en barras contra la posición del PSOE ante el modelo territorial.

Un hombre tan moderado como Ramón Jáuregui, buen conocedor de la política vasca, se preguntaba, a tenor de las encuestas: «¿Qué estamos haciendo mal».

Y a pocos metros de la Cámara Baja, algunos ex ministros de Felipe, como Rosa Conde, compartían confidencias con algunos periodistas de la transición. En todos ellos subyace, con melancolía, aquel espíritu de acuerdo, de ponerse «en la piel de otro», para zanjar los problemas. Semana complicada para Alfredo. Parece que resurgen figuras de otros tiempos socialistas. Veremos hasta dónde.