Elecciones en Estados Unidos
American horror story
«Pesadilla de aire acondicionado», de Henry Miller, y «Manhattan transfer», de John Dos Passos, predecían la llegada de un pico depresivo, de desorientación y fatiga del metal, en la gran sociedad estadounidense. Del final del American dream al inicio del American horror story. Al menos es de agradecer que este King Kong otra vez trepado a un rascacielos haya pulverizado la estomagante cazuela de lo políticamente correcto, porque es difícil asumir que se pueda acceder a la Casa Blanca injuriando a los hispanos, ofendiendo a las mujeres, demonizando a los musulmanes o proponiendo un muro que divida Norteamérica. Donald Trump rebajará su discurso de especulador inmobiliario nacido con una flor en el orto, de protagonista de un concurso televisivo y mercader de su propia marca, pero ha triunfado poniendo todos los intermitentes en la extrema derecha. Hasta Iglesias ha entendido que este populismo recuerda más al fascismo criollo de Perón que a cualquier infantilismo izquierdista. Tendremos que afilar mejor las definiciones. Que hayan bajado transversalmente los salarios no motiva votar tan generosamente a un okupa del republicanismo. Estados Unidos pinchó la burbuja financiera antes que otros inyectando liquidez a la Banca, lo quisieran o no, en la única decisión acertada de Bush Jr. Con un 5% de paro tienen pleno empleo, el 13% de pobreza indecente se diluye entre más de 300 millones de habitantes, y los dos mandatos de Obama han mejorado la situación general. Solo desde la psiquiatría de masas se entiende este descarrilamiento del Grand Old Party, el partido del elefante, que habrá barritado de estupor ante el encumbramiento de este personaje que nada tiene que ver con Lincoln, el gasto público como generador de empleo y la moral civil del abolicionismo. La tormenta perfecta la ha conjurado la pasividad del aparato republicano ante un candidato considerado charlatán inofensivo, enfrentado a una Hillary insoportable hasta para el partido del burro. Otro axioma a olvidar es el buenista de que los pueblos nunca se equivocan, pese a Hitler, el justicialismo, el chavismo, Erdogan, Tsipras y hasta Podemos, todos bautizados democráticamente como este tratante de ganado definidor de Putin como un nacionalista con los pantalones bien puestos. La mayoría republicana en el Congreso también afronta el dilema de frenar a este hombre, como hicieron con Obama, o asumir sus delirios. Parece que también en Washington republicanos y demócratas habrán de conjurarse para controlar esta visita que no llamó al timbre.
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