Ángela Vallvey

Annus

La Razón
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Concluye un año malo, mediocre, desdichado, intolerante. Porque, aunque de manera personal muchas personas puedan congratularse de él, para el conjunto del mundo ha sido un período desafortunado. Sin embargo, todo termina. La finitud de las cosas es algo que no sabemos manejar bien. Pocas veces somos conscientes de que todo acaba, incluidos nosotros mismos, nuestros deseos, pasiones y... por fortuna también nuestros temores. Éste ha sido el año en que varios tarados, asesinos a sueldo del autodenominado Estado Islámico, han regado el suelo con sangre de inocentes, cosechando siniestros récords de maldad y mortífera estupidez. Les gusta ensañarse con la libertad sexual occidental (atentado al club gay de Orlando, EEUU), con la Navidad, en representación del cristianismo (ataque a un mercado navideño en Berlín), con el orden público y la facilidad de movimientos urbanos (acometida de suicidas asesinos al metro y al aeropuerto, en Bélgica), con los deportes de masas y la diversión colectiva (asalto a un estadio de fútbol en Turquía), con la libertad de tránsito y mercancías (ofensiva criminal en el aeropuerto de Estambul), con las relaciones diplomáticas (asesinato del embajador ruso en Turquía)... Pese a todo, su horrendo poder está en clara decadencia. Una violencia tan descabellada es insostenible. Los imperios de terror nunca duran, siempre terminan en el estercolero de la memoria, despreciados por la mayoría, provocando asco y oprobio por los siglos. La ignominia es inolvidable. Hoy, a pesar de atravesar tiempos convulsos, entre miasmas de posverdad, la evidencia acabará flotando como un cadáver en el río de la historia. La estupidez moral jamás ha logrado la hegemonía colectiva. No por demasiado tiempo. Y, por tanto, la sandez inmoral mucho menos. Las ideologías que basan su fuerza en el asesinato de inocentes están condenadas, por más que sean dirigidas por algún «fachidiot» (en alemán: idiota especializado). Sólo los que tienen mucho miedo se dejan manejar, dirigir y gobernar por los expertos en dar miedo. 2016 ha sido un año de pérdidas: vidas inocentes víctimas de atropellos, crímenes o desastres, grandes talentos que han desaparecido (por ejemplo, en el cine y la música)... Año de separaciones (el Brexit), y de adioses. No ha sido un gran año. Pero... «primum vivere, deinde philosophare». Primero vivir, después filosofar. El que viene será mejor. «Minima de malis» (del mal, el menos), seguro. Hay que trabajar, desde ya, por ello. ¡¡Feliz 2017!!