Alfonso Ussía

Aquel «muy honorable»

La Razón
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El primero de nuestra democracia. El Muy Honorable Tarradellas, presidente de la Generalidad de Cataluña en el exilio y en la recuperación de las tradiciones gracias a la Santa Transición. El Muy Honorable de verdad. Tarradellas no era un cursi de lenguaje autonómico. Cuando hablaba en español, pronunciaba «Generalidad» y «Consejero», y si en catalán «Generalitat» y «Conseiller». Cuarenta años de exilio. Su recepción en el Palacio de San Jaime al Conde de Barcelona supuso la apoteosis del respeto. En su primera visita al Rey en La Zarzuela, Don Juan Carlos dispuso que fuera recibido por el entonces Jefe de la Casa, Nicolás Cotoner, marqués de Mondéjar y un ayudante militar que hablaba un catalán perfecto. «Me he sentido en mi casa». De aquella reunión surgió una amistad leal y profunda. El exiliado de «Esquerra Republicana» pasó a formar parte de la nobleza aceptando el título nobiliario que el Rey le concedió. Carecía de complejos. Aborrecía a Pujol. Se reía de Xirinachs. –Es muy entretenido–. Carlos Sentís le organizó su primera entrevista con Fraga Iribarne, en el «Landa» de Burgos. Tomaron café y huevos con morcilla, especialidad de aquel querido y formidable lugar. –¿Qué es lo que más le gusta de Francia, don Manuel?–. Y Fraga soltó una retahíla de preferencias francesas. Cuando Fraga alcanzó el silencio, un irónico Tarradellas sentenció: –Para mí, que he vivido muchos años en Francia porque no podía hacerlo en España, lo que más me gusta de los franceses son los guisantes, los quesos y la guillotina–.

Tarradellas no podía dar dos pasos en Madrid y otras ciudades de España sin recibir aplausos, manos tendidas y besos. En una entrevista en la Antena-3 de Radio de Manolo Martin Ferrand, se refirió a las Comunidades Históricas. «La más histórica, sin duda alguna, Castilla». No admitía en sus reuniones de Gobierno el desaliño y la mugre. «Vaya a su casa, póngase una corbata y vuelva». Sus Memorias «Ja soc aquí», Recuerdo de un Retorno (Planeta, 1990), son sinceras y deliciosas. «No olvide, señor Suárez, que un presidente del Gobierno que no sepa solucionar el problema de Cataluña, pone en peligro la Monarquía». «Jordi Pujol, en el fondo, siempre ha sentido por mí una extraña fascinación mezclada con un odio explícito». Y algo revelador, que leído en los tiempos actuales, hiere y escandaliza. «Ningún político catalán ha librado una lucha tan constante y tan metódica como Jordi Pujol para impedir mi regreso a Cataluña».

Por lo demás, el Muy Honorable de Verdad presidente Tarradellas era sabio, culto, divertido y socarrón. Tenía mucho de Pla, el formidable escritor ampurdanés. Y lo recuerda, con una «Carta al Director» de La Razón don Jordi S. Berenguer, que nos relata una divertida anécdota del Muy Honorable de Verdad. Su primera entrevista para un periódico de Madrid. –Señor Presidente, ¿cuál es su plato favorito?–; y Tarradellas, sorprendido, que responde: –Pues... la pularda con ciruelas, que mi mujer lo guisa muy bien–. El periodista, de nuevo: –Dígame, ¿qué sastre le viste?– Tarradellas, más sorprendido aún, responde: –Pellisser. Muy buen sastre, por cierto. Fíjese en mí, con mis medidas, y mire lo chulo que voy–; el periodista, al fin, entra en la política. –¿Y qué opina de Francisco Franco?–; Tarradellas responde: –¿Franco?... Pues no sé, joven. A mí siempre me ha vestido Pellisser–.

Tarradellas opinaba que un político puede hacer todo menos el ridículo. Si viera lo que se mueve hoy en día por su Cataluña del alma se avergonzaría. Pero es bueno, de cuando en cuando, hacer justicia con el recuerdo. La merece de sobra el que fuera el Muy Honorable de Verdad Josep Tarradellas, Presidente de la Generalidad de aquella Cataluña pujante, grande, culta y ejemplar.