Luis del Val

Banderas, bandas y banderías

En la letra de la mayoría de los himnos regionales o nacionales se suele afirmar que los hombres son los más valientes, las mujeres las más bellas y, en caso de que se aluda a la confesionalidad religiosa, también las vírgenes y los santos son los de mayor productividad en lo que a milagros se refiere. Esto enardece mucho al personal, consuela a los mediocres, conforta a los cobardes y reanima a las feas. Y no es malo del todo. Agruparse bajo una bandera y compartir sentimientos y emociones nos diferencia de la geometría. Lo que sucede luego es que la vida propia se desarrolla de acuerdo con los valores, las virtudes y los defectos individuales. Cuando intentas conquistar a una mujer, o una mujer decide seducir a un hombre, porque lo considera idóneo para que sea el padre de sus hijos, no emplea el argumento de que ha nacido en Bilbao o de que es socia del Barça. Cuando uno se enfrenta a una entrevista de trabajo, al empleador no le importa en absoluto si eres forofo del Betis, bailas la sardana los domingos o cantas jotas en las fiestas del Pilar. Si te contratan, lo harán sobre la base de los méritos académicos aportados, la experiencia y el prestigio profesional, y de nada sirve que aportes el dato de que, al nacer en Santiago de Compostela, oyes la gaita gallega y se te saltan las lágrimas. Ítem más, los amigos que reúnes a lo largo de la vida surgen debido a tu carácter y tu comportamiento, no a que seas seguidor del Real Madrid o prepares unas paellas excelentes por haber nacido en Gandía. «Nos nacen», decía Miguel de Unamuno, vasco ilustre al que los nacionalistas vascos desprecian. Pero, repito, está bien la bandera y la emoción. Lo malo es la bandería, creer de verdad que una persona tiene el hígado diferente, según donde haya nacido, o que posee una inteligencia superior por haber crecido en uno u otro valle, en estas o en aquellas montañas. Y, alrededor de banderas y banderías, lo peor de todo son las bandas, organización de malhechores que se envuelven en las banderas para legalizar sus granujadas. El diccionario de la RAE, en su segunda acepción, define «banda» como «Parcialidad o número de gente que favorece y sigue el partido de alguien». Estas bandas son las más perniciosas para la sociedad, porque son legales y aparentemente inocuas, pero su acción perniciosa socava los principios, arrincona la honestidad y fomenta la corrupción. La banda emplea la bandera como un objeto utilitario de su bandería, como una excusa para el favorecimiento envilecedor y la putrefacción de las reglas morales y legales. Y, cuando se señalen sus desmanes y abusos, dirá que no es ataque a los aprovechados bellacos, sino enfrentamiento al pueblo que arruina, esquilma y miente. La banda disfraza entonces su avilantez y ambición de patriotismo, «la patria es el último refugio de los canallas», y comienza a cantar himnos en los que los hombres de esa porción de tierra son los más valientes y las mujeres las más hermosas, etcétera, y suelen tener éxito, porque el porcentaje de tontos contemporáneos sigue aumentando cada día bajo cualquier bandera.