Alfonso Ussía

Barcelona y el alférez

La insistencia de Mas de recordar armas, guerras y batallas me llevan a narrarle un hecho real que desconoce. El 24 de enero de 1939 las tropas nacionales recuperaron Manresa, cruzaron el Llobregat y se detuvieron a dos kilómetros del sur de Barcelona. Por el Norte, acamparon en Sardanyola y el Tibidabo. Barcelona estaba a un paso de ser ocupada. En el Tibidabo, el alférez Antonio Mingote, con el uniforme hecho trizas y su boina de requeté, solicitó a su capitán permiso para bajar a Barcelona. Quería abrazar a su madre, a la que no veía desde el comienzo de la Guerra Civil. El capitán se opuso: «¿Cómo le voy a autorizar a que baje a Barcelona si todavía no la hemos tomado?». El alférez Antonio Mingote era tozudo, y al fin, liberando al capitán de cualquier responsabilidad, obtuvo su autorización. Eran las 9 de la mañana del día 25 de enero, cuando el alférez del Requeté Antonio Mingote inició su descenso en solitario hacia Barcelona. En soledad, tomó Barcelona y se dirigió a la calle Muntaner, donde su madre vivía. En su paseo por la gran ciudad tomada exclusivamente por él, experimentó toda suerte de sensaciones. Los viandantes reparaban en su boina roja descolorida por los años, las lluvias y los soles. Una buena mujer que lo reconoció al momento, ahogó su alegría al verlo. Todavía quedaban comisarios políticos y colaborar con el enemigo se castigaba con la muerte. La madre del alférez Mingote había dejado su casa de Barcelona para refugiarse en Sitges, donde vivió una buena parte de su vida. Don Ángel Mingote, un excelente músico, fue durante más de un decenio el director de la Banda Municipal de Sitges, y allí nació el alférez Mingote, el que había tomado en la más absoluta soledad la ciudad de Barcelona. Consideró el alférez que si había descendido a tomar Barcelona para ver a su madre y su madre no estaba en Barcelona, su ocupación carecía de sentido, y con la misma educación, sutileza y cortesía que había demostrado para ocupar Barcelona, la abandonó, norte hacia arriba, para reunirse con el resto de sus compañeros de armas.

El 26 de enero, el Ejército Nacional ocupó Barcelona. Fueron liberados más de 1.400 prisioneros de la República hacinados en el castillo de Montjuic. El insistente alférez Mingote, ya Barcelona tomada por segunda vez consecutiva en sólo dos días, solicitó permiso para desplazarse a Sitges, ya en manos del Ejército Nacional. Esta vez lo obtuvo sin problemas. El 27 de enero, en soledad, el alférez Antonio Mingote Barrachina emprendió la marcha hacia Sitges por la senda costera del Garraf. Curvas y curvas. Apenas le faltaba un kilómetro para llegar a su ciudad de nacimiento, cuando vio un punto en la lejanía que se acercaba a él. El punto, al acercarse, se convirtió en una mujer. Y la mujer, ya en la inmediatez, no era otra que doña Carmen Barrachina, la madre del Alférez Mingote, que intuyó desde su casa la llegada de su hijo.

Esta historia responde plenamente a la realidad. Es verídica. Que un alférez del Requeté tomé en soledad una ciudad como Barcelona es algo, que incluso Mas, está obligado a valorar como una acción de guerra más que meritoria. Se me ha olvidado recalcar que la toma de Barcelona se produjo sin armas, porque su ocupante decidió que no merecía la pena llevar su pistola de oficial por aquello de la comodidad del camino. Las pistolas de aquellos tiempos pesaban mucho.

Hoy lo recuerdo. El amor lo puede todo. Y todo lo permite. Hasta que un hombre solo ocupe en la guerra, sin ayuda de nadie, una ciudad como Barcelona, que a decir verdad, no opuso resistencia armada al genio. Puede servir de advertencia este relato verídico.