Ramón Tamames

Bosques chinos

Bosques chinos
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La semana pasada nos referíamos en esta columna a los bosques españoles, en gran medida abandonados. Y a modo de contramedalla, dedicamos el artículo de hoy a los nuevos bosques en China. En lo que, a todas luces, no son, precisamente, «cuentos chinos».

Más concretamente, me refiero al programa para convertir ciertas tierras de labor, en zonas de mucha pendiente, o en áreas comparativamente áridas, en nuevos bosques. Con los cuales combatir la erosión del suelo, creando, además, grandes sumideros de carbono para compensar las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero (GEI). Programa dentro del cual destaca la llamada «muralla verde», con la que se intenta frenar el avance del desierto de Gobi y mitigar las grandes tormentas de arena que de tiempo en tiempo azotan incluso a los pekineses.

Con los últimos datos estadísticos disponibles -de la poderosa y eficaz Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma-, cabe decir que en sólo siete años (1999/2006) se forestaron 15 millones de hectáreas, en zonas montañosas y de cultivos de bajo rendimiento. Superficie sobre la cual continúan trabajando los que antes fueron campesinos, que reciben suministros importantes de alimentos y subsidios en efectivo como remuneración. De tal modo que a la altura de 2006, 124 millones de agricultores (sobre un total de unos 200 millones de explotaciones censadas) han participado en ese programa, con resultados que la FAO valora en el más alto grado; como una parte muy notable del programa de la República Popular para combatir el calentamiento global y el cambio climático.

Algunas cifras para terminar: la cubierta forestal de China en 2010 se cifró en el 20,36 por ciento de la total extensión del país (unos 10 millones de km2). Para hacernos una idea, cuatro veces la superficie total de España. Y es que en la China de hoy todo es a lo grande, lo malo y lo bueno.