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Caravaggio en Toulouse

La Razón
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El pasado martes el galerista Eric Turquin presentó «Judith y Holofernes», un óleo sobre lienzo (144 por 173,5 centímetros), atribuido a Caravaggio. La rueda de prensa ha tenido inmediata repercusión –también en este diario– pues no en vano Michelangelo Merisi es uno de los pintores más interesantes y atractivos de la historia del arte.

La primera noticia sobre la existencia del cuadro es del pasado 31 de marzo, cuando el Estado francés negó la exportación de una obra por considerarla «atribuida» al maestro milanés. Hace dos días se mostraba la tela y, como suele ser habitual, los expertos han salido en tromba a opinar si es o no una nueva obra del maestro. Mina Gregori y Nicola Spinoza defienden la autoría de Caravaggio, pero otros expertos, como Gianni Papi, que la ha estudiado directamente, encuentran elementos que le llevan a rechazar su autoría. Pero quería fijarme en otro aspecto. Turquin aprovechó la presentación para contar que la obra se había descubierto accidentalmente en 2014, en el desván de una casa situada a las afueras de Toulouse. Sus propietarios la habrían encontrado cuando intentaban arreglar una fuga de agua y accedieron a un cuarto alto del que ni siquiera tenían llave. Al parecer –aclararon también– la pintura procedía de un antepasado, oficial del ejército de Napoleón, lo que ha llevado a algunos estudiosos franceses a formular la hipótesis de su procedencia española –un botín más de la Guerra de la Independencia–. Esto explicaría su más de un siglo en la penumbra del desván. Sería un Caravaggio más de los salidos de nuestro país –algunos en fechas bien recientes– y que han dejado nuestro patrimonio del pintor reducido a cuatro lienzos: el David del Prado, el san Jerónimo de Montserrat, la santa Catalina del Thyssen y la Salomé del Palacio Real, pues el magnífico san Juan Bautista de la catedral de Toledo ya es aceptado por casi toda la crítica como obra de Cavarozzi.

Los propietarios de esta nueva Judit han pedido 120 millones de euros por el cuadro, y el Estado francés se lo está pensando. Y no porque falten en Francia cuadros del maestro, sino por la importancia de esta nueva obra. Toda una lección de protección del Patrimonio: se ejerce sólo ante piezas decisivas dejando que otras puedan exportarse y salir del país. Un criterio certero que vendría bien aplicar en otros países europeos.