César Vidal
Cataluña será independiente (I)
Me reúno con él aprovechando una de las mesas de análisis políticos que se celebran en esta ciudad del sur de Estados Unidos. Acaba de regresar de Europa y me dice que España ha tocado ya fondo con la crisis «En Francia, están mucho peor...», afirma sin titubeos, «si España no tiene sobresaltos, en dos o tres años más crecerá en condiciones». Es un alivio, me digo. «Lo que está verdaderamente ''fucked'' es lo de Cataluña...», añade con gesto siniestro. «Entre nosotros, va a ser independiente en breve». «¿Tu crees?», le digo escéptico. «No lo dudes», asiente con la cabeza, «Por supuesto, fuera del euro, pero su independencia la van a reconocer enseguida varias naciones». «Pues menudo panorama...», musito. «Para España, excelente», me dice dándome una palmada en el hombro. «Si tu lo dices...», respondo yo con un hilo de voz. «''My friend'', comprendo tu lado sentimental, pero Cataluña os hará un enorme favor largándose de casa. De entrada se va a llevar, según nuestros cálculos, el treinta y cinco por ciento de la deuda. Eso producirá sobre la economía española el efecto Kosovo...». «¿El efecto Kosovo?», indago. «Sí, el mismo que tuvo la independencia de Kosovo sobre Serbia», me responde sonriendo. «Ahora Serbia está en la cresta de la ola mientras Kosovo hace birlibirloques para pagar facturas. España se quitará de encima el gasto de Cataluña sumado a su deuda y a la que hubiera garantizado en el futuro y, libre de esa carga, su economía no subirá... ¡volará! Podrá incluso permitirse el bajar impuestos. Además tienes que contar con que buena parte de las empresas catalanas se irán a ese hinterland económico que tenéis en España y que se llama Madrid. Os van a hacer el favor del siglo». «Ya y ¿Cataluña?», pregunto. «Ésa es otra cuestión. En el euro no puede quedarse y no por cuestiones políticas sino económicas. Su economía no lo soportaría. Tendrán que ir a una devaluación del cincuenta por ciento...». «¡Cincuenta por ciento!», le interrumpo abrumado. «No de golpe, claro», me responde, «primero, en torno a un veinte para evitar el shock y luego, paulatinamente, otro treinta por cien. Con esa devaluación, lograrán nivelar algo las exportaciones y en una veintena de años estarán en el punto de partida». «¿Veinte años?», pregunto asombrado. «Es mi estimación», me responde sin dejar de sonreír, «también hay gente en mi departamento que habla de cincuenta y hasta setenta, pero son unos alarmistas». Me seco el sudor de la frente. (Continuará)
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