Alfonso Merlos
Civilización contra barbarie
No. Europa no está dispuesta a permitir que la complacencia, el apaciguamiento, el relativismo moral y peligrosos dogmas trasnochados de los extremistas (de izquierda y derecha) ralenticen u obstruyan la respuesta que debe darse al terrorismo yihadista. Porque estamos ante una lucha en la que se enfrenta la civilización a la barbarie. Es una cuestión de supervivencia: de conservar y fortalecer nuestro modo de vida abierto, democrático y respetuoso con el contrario más allá de su ideología o su fe.
Es obvio que el islamismo radical está intentando destruir Occidente desde dentro. Y es igualmente evidente que no lo va a conseguir. No, si la reacción ante cualquier desafío de formidable envergadura que incluya execrable destrucción humana es la que Francia está liderando los últimos días. Y con ella, todos los socios del viejo continente cuyos valores y principios (en última instancia la filosofía griega, el derecho romano, la raíz judeo-cristiana) están retando las salvajes y sigilosas hordas salafistas.
Tenemos un grave problema, acrecentado por la difuminación del universo Al Qaeda y la irrupción de actores con la misma o superior vocación de perpetrar auténticos crímenes contra la humanidad en nuestras ciudades, acribillando a balazos a nuestros semejantes o –quien sabe si como en Oriente Medio– en algún momento degollándoles.
La agresividad del terror es creciente. Y las élites europeas parecen irreversiblemente dispuestas a despertar no por el ruido de las bombas, sino por las ráfagas de metralletas: porque la violencia se ha abaratado, desestructurado, desorganizado, y eso representa un formidable reto para las Fuerzas de Seguridad y los servicios de información de las naciones libres, hoy aliadas y haciendo frente contra un enemigo común.
Si hay a partir de ahora un sentido de urgencia, de fortaleza, de contundencia; si se vence la resistencia a tomar medidas políticas, legislativas, judiciales y policiales valientes, ganaremos esta guerra asimétrica a la que nos han convocado y que se libra en campos de batalla en la sombra. Tenemos las armas más demoledoras contra el delito, que son las que emanan de los poderes del Estado. Hemos de pulirlas, perfeccionándolas y mejorando su estado de revista porque no podemos dejar de usarlas.
El terrorismo consiste simplemente en matar a pocos para atemorizar a muchos. Los bárbaros de Francia no han conseguido sino unirnos más. En el convencimiento que hacemos nuestro todos los demócratas de que la libertad prevalece cuando –parafraseando a Ronald Reagan– luchamos, la protegemos y se la entregamos a nuestros hijos para que puedan hacer lo mismo.
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