Pilar Ferrer

Civismo vs. ruptura

El éxito se palpaba desde horas antes, en todas las calles circundantes. Ya no es hora de silencio, sino de expresarse en libertad. Acabóse el miedo, llegó la respuesta frente al desatino separatista. Cataluña ha demostrado este 12-O lo que siempre ha sido: una tierra plural, rica en cultura, lengua, tradiciones, cosmopolita y mayoritariamente nada radical. Al amparo de ser catalanes, pero también españoles, hermoso resulta ver la bandera nacional hermanada con la «senyera». Las grandes naciones en el mundo respetan sus símbolos, nunca los mancillan. La convocatoria del PP, secundada por otros partidos y organizaciones ciudadanas, revela claramente que frente al derecho a decidir, está el derecho a saber. La historia demuestra que todo fanatismo desemboca en totalitarismo. Y que los extremos desmesurados provocan la reacción contraria. El nacionalismo catalán ha tensado demasiado la cuerda. Artur Mas ha sido un pésimo presidente de la Generalitat, pues ha entregado un granero de votos a ERC. Así, CIU pierde cada vez más, mientras ERC, sin gobernar, sin gestionar, tan solo con agitar, acapara todo el poder. Triste balance para una Federación que siempre fue responsable, con sentido de Estado. En este caldeado otoño, muchos catalanes dicen basta. Quieren una Cataluña dentro de España, unos dirigentes atentos a sus problemas y una gestión seria que combata la crisis, no que la disfrace bajo veleidades independentistas. La Fiesta Nacional de España es también la de sus territorios y de medio mundo evocador de una Hispanidad que, sólo los ignorantes, pueden despreciar. Desde el nacionalismo se ha querido emponzoñar una concentración muy alejada de movimientos ultras, pero los convocantes no han caído en la provocación. Al paraguas de supuestos agravios, quienes buscan el enfrentamiento, topan con la democracia. Este doce de octubre, en plaza de Cataluña, ha sido festivo y decisivo: el triunfo de la convivencia cívica contra la ruptura.