Alfonso Ussía

Confiemos en Bismark

Pronuncié unas palabras en unas lejanas fiestas escurialenses. Se trataba del Escorial. En mi texto, hacía referencia a San Lorenzo del Escorial. Creía que eran la misma cosa. El Alcalde del Escorial me aleccionó. –Nada de San Lorenzo. El Escorial y San Lorenzo del Escorial no se llevan nada bien–. El Alcalde del Escorial era del PP. El de San Lorenzo del Escorial, también del PP. El primero me tranquilizó: «Con San Lorenzo del Escorial tenemos magníficas relaciones y su Alcalde cenará con nosotros». Un gran detalle. Durante la cena supe que un muro del monasterio separa a los dos municipios. Durante la cena me convencí de que los españoles somos bastante gilipollas.

Conocí a un gran marino nacido en la solemne sequedad de la Alta Castilla. Era de Gumiel del Mercado, Burgos adentro. A treinta metros de Gumiel del Mercado se alza Gumiel de Izán. Me narró la desventura de uno de sus hermanos. Se enamoró de una chica de Gumiel de Izán. No pudieron casarse. Izán y Mercado se opusieron frontalmente al amor. La enamorada se marchitó entre soledades, encinas, álamos y viñedos. El enamorado se quitó la vida.

En la ruta de Castilla hacia Galicia, he leído mensajes preocupantes, o como poco, confusos. «Castilla Independiente». ¿Independiente de qué o de quién? Y más adelante, en los aledaños de Astorga, otro mensaje más certero, lo cual es de agradecer. «León, independiente de Castilla». En las cercanías de Ponferrada: «El Bierzo, independiente de León». Y a punto de llegar a Villafranca del Bierzo, con su calle del Agua y el castillo de los Álvarez de Toledo, la repanocha: «Villafranca del Bierzo, independiente del Bierzo». Como si en Villagarcía de Arosa se leyera «Villagarcía, independiente de Arosa» o en el toledano San Pablo de los Montes, «San Pablo de los Montes independiente de los montes».

Alcobendas y San Sebastián de los Reyes, separadas por una acera, se mantendrán independientes una de la otra hasta que la expansión de Madrid rumbo al norte se trague sus independencias. Existe un cerezo en España, en la provincia de Segovia, con muy escaso sentido de la unidad. Tanto, que siendo el mismo cerezo, árbol frutal bellísimo y rico en delicias estivales, ha dado nombre a dos localidades perfectamente diferenciadas. Cerezo de Arriba y Cerezo de Abajo. Como uno es curioso de por sí, intenté averiguar el lugar vital del cerezo para visitarlo y hacerle saber que ya era hora de que animara a los de Arriba y a los de Abajo a unirse como buenos hermanos. El problema es que no había ningún cerezo. Ni arriba ni abajo. Es decir, que los del pueblo de Arriba y los del pueblo de Abajo se habían inventado, siglos atrás, la existencia de un cerezo para mantener sus discordias y sus quebrantos vecinales.

No puede extrañar, por lo tanto, que existan separatistas vascos y separatistas catalanes. Lo que ignoran los primeros y más aún, los segundos es que ese afán de separarse es genuinamente español. Que son más españoles que la morena de Romero de Torres, las dehesas de Extremadura, el nacimiento montañés del Ebro, el curso de Guadalquivir y el navarro hayedo de Irati. Con eso, tenemos que apechugar todos los españoles, porque la españolidad en principio, es la independencia. Lo dejó Mingote en un genial dibujo. El hombre pequeñito y la mujer robusta. El hombre pequeñito con un ojo morado. «Con esto de las autonomías le he exigido a mi mujer que respete mi libertad autonómica, y como respuesta, me ha dado un tortazo». Ya lo dijo Bismark, y confiemos en su inteligencia y cultura: «España es el país más fuerte del mundo. Los españoles llevan siglos intentando destruirlo, y no lo han conseguido».

Confiemos en Bismark.