Martín Prieto

Constitución invisible

Una vez al año en el Círculo de Bellas Artes de Madrid miles de personas leen ininterrumpidamente «El Quijote», acto útil para obra tan poco frecuentada entre nosotros. En la primera parte a Cervantes se le fue el santo al cielo dejándonos sin noticia del burro que escapó a Sancho y en la segunda entrega hace un arabesco literario para recuperar el asno a la Historia. Nunca he logrado que cerventistas de fuste recuerden esta anécdota. Tal como no es noticia que un vergonzoso 64 por ciento admita desconocer la Constitución de 1978, que es más peligroso que manejar un vehículo ignorando el código de circulación. Es más, parece que son legión encumbradísimos jerifaltes políticos que representan al Estado y que tienen un conocimiento constitucional errado y extravagante. No hacen falta visitas guiadas al Congreso o al Senado, pero sí jornadas de lectura en voz alta de la Constitución, como con la cumbre cervantina. El enredo que nos envuelve se basa en que una mayoría absoluta de ciudadanos no está satisfecha con un sistema democrático que ignora con lo que al jumento le estamos poniendo la cebada al rabo.

La Constitución que celebramos está amnistiada por una idiocia generalizada y, así, no la respetan ni sus guardianes. Es más larga que la de la URSS, reglamentada hasta aspiraciones ensoñadoras y además está muy mal escrita. Pero es reformable y hasta abolible. La Constitución del Reino Unido es de tradición oral y varía sobre el Derecho consuetudinario, y la de EE UU, decana de las escritas, es breve y bastante enmendada según las necesidades temporales. La española debe sonarle a confucionismo a la quinta del 78, hoy con carreras, casados y sin trabajo. Pero proceder a reformas constitucionales sólo es posible en calma chicha, no bajo insurrección sindical, secesionismos o bajo la caballería de la crisis. Si Artur Mas propusiera mudanzas constitucionales legales creeríamos en su cordura política. Pero actúa como si sólo se hubiera leído el Estatut, que tampoco acaba de gustarle.